Thursday, February 25, 2016

RECOPILACIONES TAOISTAS, fragmentos.

EL LIBRO DEL CAMINO Traducción del TAO-TE-CHING DE LAO-TSE Primera Edición en Papel Vegetal: México 1983 Primera Edición Electrónica: 2016 ISBN 978-956-358-006-8 © Waldemar Verdugo Fuentes He agregado a esta edición definitiva electrónica escritos relacionados, publicados en diversos medios de papel vegetal que enumero en la Hemerografía, que escribí después de la primera edición de este libro presentado en 1983, que mantiene intacta la traducción del Tao-Te-Ching que, he anotado, leí entonces al maestro Jorge Luis Borges, de quien recibí sabias sugerencias.

De la Primera Edición en Papel.

A manera de testimonio, este apartado rescata ecos gráficos de la Primera Edición de estas “Recopilaciones Taoístas”, libro presentado en 1983 en la Sala Internacional del Palacio de Bellas Artes de México, en el Museo de la Ciudad de México y en el ex Convento del Carmen de Guadalajara. Me acompañaron en cada velada, respectivamente, el escritor Luis Guillermo Piazza, el maestro Federico Hernández Serrano y el poeta Elías Nandino, quienes se han devuelto a la distancia y ahora anoto en este testimonio gráfico a manera de agradecimiento.

Tuesday, September 27, 2005

RECOPILACIONES TAOISTAS: testimonio gráfico


Foto e Ilustraciones: Nadine Markova (staff-VOGUE): de una escultura de Gerda Gruber, artista de Austria. Diseño: Samuel Betanzos (staff-VOGUE).



RECOPILACIONES TAOISTAS ISBN 978-956-358-006-8 © Waldemar Verdugo Fuentes

Monday, September 26, 2005

LIBRO DEL CAMINO/ Palabras al Lector

"El hombre es una criatura soñadora, burlona, curiosa y díscola que ha de llenar su estómago y entretener sus manos y su cerebro." (Lin Yutang)
"...tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales." (Jorge Luis Borges


PALABRAS AL LECTOR:

Una época de efervescencia intelectual y espiritual de la historia está situada entre los años 600 y 400 antes de nuestra era, cuando en casi todo el mundo civilizado se da un florecimiento del genio filosófico y religioso, que acompaña de la mano al desarrollo del progreso humano. Los 81 poemas que forman el TAO-TE-CHING son fruto de esa época y fueron legados por el escritor chino Lao-Tze.
El escritor Friedrich Nietzsche clasificaba las almas humanas en apolíneas y dionisíacas. El pueblo chino es apolíneo; posee la más antigua cultura escrita, con letras que son expresión excelsa de su arte; que siempre tiende al equilibrio de las formas y costumbres; es contemplativo y dueño de un gran poder de ordenamiento.
Es cierto que hablar ahora de Oriente y Occidente es obsoleto: como regalo maravilloso del siglo XX a los tiempos que vendrán, el Gran Mestizaje es una realidad. Ahora en que la técnica acercó a todo el mundo conocido, cuando es una sola la semilla humana, como lo fue siempre, solo es que no lo sabíamos.
Desde un aspecto histórico, entonces, digamos que una de las particularidades que diferenciaron al antiguo hombre oriental con el antiguo hombre occidental, es su vida espiritual respecto a filosofía y religión: el conocimiento de la realidad no pasa en el oriental por el filtro del intelecto, sino que sintetiza su visión del mundo de modo intuitivo, místico, totalmente alejado de nuestro constante análisis de las cosas. Otra particularidad que aporta Oriente al Gran Mestizaje es su acción externa, un punto de vista en que su objetivo es la desaparición de la personalidad, incorporándose a una unidad universal que anula la individualidad separatista. De ahí que no sea extraño el quietismo típico oriental, y técnicas de reforzamiento que ahora estudiamos. Hay algo claro que a partir de la gloriosa década de 1960 se advirtió: en Occidente se trataba de justificar la vida modificando lo que tenemos afuera; en Oriente, además, lo que se tiene dentro de uno mismo. Aunque igual ninguno sepamos quién habla en nuestra conciencia.
En ese mismo tiempo en que fue escrito el TAO-TE-CHING, en nuestra América, provenientes de un lugar desconocido se instalan pueblos que conocían de arte, astronomía, política y economía. Los Olmecas llegan a la zona del Golfo de México: de ellos nos han quedado esas monumentales cabezas de niños, hombres y mujeres, ataviados con una especie de casco; trasladados al noroeste de la Ciudad de México se les indica constructores de la metrópoli religiosa de Teotihuacán, la ciudad de los dioses. Otra familia de pueblos, los Mayas, llegan a habitar la península de Yucatán, los actuales estados mexicanos de Tabasco y Chiapas, Hondura británica y parte de Guatemala, Honduras y El Salvador. Llegan a crear numerosos santuarios en forma de pirámides escalonadas y cubiertas de escritura tallada en la piedra, aún sin descifrar: son los constructores de Tikal, Palenque, Copán, Uxmal, Bonampak, Quiriguá, Chichén-Itzá... ciudades religiosas y militares fruto de un alto grado de desarrollo cultural. Poseían conocimientos avanzados de matemáticas y astronomía. Su calendario corresponde exactamente con el año solar. Por tradición oral y luego llevados a la escritura maya posterior, se conservan de ellos varios libros sagrados, como el Popol Vuh, Los Libros de Chilam Balam y El memorial de Sololá.
También en época registrada de ese tiempo se instalan en América del Sur la familia de pueblos Quechua, que dará formación al Imperio Inca, sumo sacerdote del culto al Sol, que abarcaría su influencia a los actuales territorios del sur de Colombia, regiones andina y costera de Ecuador y Perú, región andina de Bolivia, zona septentrional de Chile y noroeste de Argentina. Mencionan un solo Dios creador (Viracocha o Huiracocha); poseían una jerarquía militar y religiosa y admitían divinidades menores, héroes culturales y huacas (cuanto se tiene por sagrado: animal, planta, cuerpo celeste..). De sus conocimientos matemáticos y astronómicos hemos heredado sitios arqueológicos en toda el área, algunos reconocidos como Tiahuanaco, a orillas del lago Titicaca en Bolivia, o MachuPicchu en Cuzco, Perú. Así como otros sitios aún sin excavar o sin explorar a lo largo de los Andes argentinos y chilenos, como en la precordillera de Antofagasta, con restos semi enterrados en la arena de estructuras habitacionales en su mayoría de planta circular, otras ovales y algunas rectangulares, con construcciones en forma de tubo (desenterrados diez metros hasta ahora) y un reloj de sol semejante al de MachuPicchu, pura piedra trabajada sabiamente por manos artesanas que ahora estudiamos.
En el mundo de esa época floreciente, brota Buddha “el iluminado” en India oriental, y Zaratustra o Zoroastro predica la inmortalidad del alma en las calles de Persia, sosteniendo que en la batalla final será vencido definitivamente el principio del mal. Jeremías, Ezequiel, Isaías y los escritores de la escuela del Desierto dan forma al Antiguo Testamento que canta la venida de Jesús Hijo de María; mientras Solón y Clístenes dan forma y estructuran el estado libre y de igualdad que llega a ser Grecia; por las calles de Atenas caminan los sabios:
Tales de Mileto (“búscate siempre un trabajo; y cuando lo tengas, no pienses en nada más que en hacerlo bien”),
Solón de Atenas (“busca dentro de ti mismo, en tu cabeza; y allí lo encontrarás todo”),
Periandro de Corinto (“no es mala norma de vida esforzarse en que los pocos hombres que nos conocen aprueban nuestra conducta”),
Cleóbulo de Lindio (“aceptar la injusticia no es una virtud, sino más bien todo lo contrario”),
Chilón de Lacedemonia (“si eres fuerte y quieres que los demás te honren y te teman, no uses de tu fuerza”),
Brías de Priena (“el trabajo que sea empiézalo con lentitud; y continúalo sin apresurarte, pero sin interrupción”),
Pitaco de Mytilene (“que tu palabra no se adelante a tu pensamiento”).
En las plazas públicas de Atenas, Platón afirma que nada de cuanto sucede es malo para el hombre bueno.
Y Pitágoras predica a viva voz que el alma de los seres tiene un origen divino y volverá a su origen celeste. Pitágoras veía en el estudio de las matemáticas un método de purificación, pues 1 (uno) es el principio de todas las cosas: inventó la tabla de multiplicar, el sistema decimal, de las proporciones aritméticas, geométricas y armónicas, el teorema geométrico luego llamado P en honor al mismo Pitágoras, para quien “el principio es la mitad de todo”.
Por ese entonces, hacia el 551-479 antes de nosotros, nace un hombre en China, Kung Fu-Tzu, latinizado a Confucio; quien se hace peregrino y recorre los caminos afirmando que Dios ha puesto el trabajo como centinela de la virtud, que no son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino. Cuando Confucio llegó al mundo, en su país, hacía ya muchos años pensaba y declaraba todo un esquema de pensamiento espiritual un modesto y adusto misántropo llamado Lao-Tze, cuyo nacimiento es situado entre el 600 y el 607 antes de nuestra Era.
Sabemos que por el año 517 antes de nosotros, este hombre sabio se desempeñaba como bibliotecario o encargado de los archivos de la dinastía Chou oriental, en el período de la Primavera y el Otoño (700-475 a.n.e.). Se sabe, además, que un día desapareció de la capital de los Chou, caminando en dirección a Mongolia, y que nadie volvió a tener noticias de él. La tradición cuenta que mientras se encaminaba en búsqueda de su misterioso destino, al llegar a la frontera, se detuvo a observar por última vez lo que dejaba atrás para siempre; cuando el guardia que custodiaba la frontera se acercó a saludarlo, y Lao-Tze, que hacía años había dejado de hablar para no intervenir en las cosas del mundo, en una decisión inmediata decidió enseñarle a este guardia fronterizo todo lo que había aprendido, solamente observando el fluir natural de las cosas.
No se sabe el nombre de este guardia fronterizo y se le ha llamado de diversas maneras; siempre identificado nada más como un hombre que desea cumplir su oficio lo mejor posible, y dispuesto al conocimiento. Lao-Tze estuvo con él 82 días. Cada uno de los primeros 81 días le enseñó un principio, que el guardia se ocupó de rescatar anotando cada cita diaria: así nace el TAO-TE-CHING, el libro del sendero, que es una serie de 81 poemas, con base filosófica, ética y moral inspirada en el más antiguo pensamiento de China. A una solicitud del guardia fronterizo de que le enseñara a defenderse de los enemigos sin necesidad de armas, el día 82 le dejó el conocimiento del arte marcial. Luego, Lao-Tze desapareció para siempre.
Con su Arte marcial, Lao-Tze en gratitud por su hospedaje, enseñó al guardia fronterizo a defenderse con las manos vacías, conocimiento que se irradió por todo Oriente. Al comienzo en China fue utilizado como arma guerrera, pero fue olvidado y quedó como material de instrucción de los monjes taoístas. Prendió el conocimiento de las manos vacías rápidamente entre los lamas de Tibet. En Japón lo bautizaron como karate, y primero fue utilizado por los monjes para luchar contra los inconvenientes físicos provocados en ellos por la estática meditación budista. Los monjes buscaban un esfuerzo físico que contrarrestase los efectos de la intensa labor psíquica, pero muchos tuvieron también una razón de orden práctico: los monjes peregrinos necesitaban un medio (do) que les permitiera defenderse con las manos vacías de los bandidos de los caminos. Así nació el karate-do, es decir, el medio de las manos vacías, que es el nombre completo del arte marcial legado por Lao-Tze. El conocimiento nunca se perdió. Pero fue adoptando estilos. El más difundido en el mundo actual tuvo su cuna en la isla de Okinawa, que sirvió de puente para el paso del conocimiento chino de las manos vacías al Japón. Los isleños de Okinawa crearon una escuela de estilo duro, si bien siempre estructurado sobre principios que arrancan de las secretas profundidades del alma taoísta.
Se piensa hoy que la primera transformación del karate, pleno de ritmo poético y concentración mental (denominado de salud) cultivado por los primeros monjes, volvió a ser arte marcial por influencia de Alejandro Magno, quien autorizó a sus tropas en India para que, a manera de reposo, se divirtieran organizando torneos de combate libre a mano limpia. El karate practicado por los monjes, en secreto, fue estudiado entonces, transformado y practicado con gran éxito en encuentros del pueblo. Luego volvió a ser olvidado y quedó nuevamente reservado a las castas sacerdotales y sociedades guerreras ocultas. Solo en 1917, el maestro Funakoshi, de Okinawa, aceptó hacer una demostración en Tokio, enseguida volvió a su isla. En 1922 debió volver por insistencia oficial e hizo una nueva demostración en el curso de la cual conoció al fundador del Judo, el doctor Jigoro Kano, que lo creó en 1882 (el judo busca desequilibrar y derribar al atacante). También Okinawa fue de inmediato reconocido por el maestro Uyeshiba, gran cultor del aikido (que proyecta tomadas y torsiones muy veloces para derribar al contrincante). Pronto siguieron a Funakoshi los cultores de otras modalidades como Funagoshi y Mabuni. El más antiguo arte marcial se hizo un lugar de inmediato.
El Medio de manos vacías de Japón se hizo popular en el resto del mundo conserva en su enseñanza y aprendizaje todos los ceremoniales y cortesía chinas con que, de acuerdo a la tradición milenaria, lo traspasó Lao-Tze al guardia fronterizo. El objetivo es buscar a través de los movimientos la armonía del alma y el cuerpo para conseguir la maestría final. Por eso debe practicarse en el dojo, que es el sitio apropiado, y ceñirse estrictamente a las normas pedagógicas que aplique el sensei o maestro. El dojo es el lugar en que se busca el camino de la maestría personal, según significan los dos caracteres japoneses que componen el vocablo: do (camino, vía o medio), y jo (lugar), es decir, lugar donde está el camino. El dojo no es un gimnasio ni un templo, sino ambas cosas a la vez. Se le identifica como un lugar de ofrenda a lo que no es ying ni yang, siendo ambas cosas a la vez. También se le identifica con la línea del horizonte, donde se junta el cielo y la tierra. La práctica de cualquier arte marcial dentro del dojo comienza por el saludo a la kamitza, que es el lugar de honor donde están los retratos de los maestros. Hoy de la enseñanza misma hay muchas variantes unidas por la práctica del bloqueo y ataque utilizando el vacío. También derivan de la tradición original el Jiujitzu, que se caracteriza por sus tomadas en forma de torsión y llaves de sujeción; el Kendo o esgrima japonesa, y el kun-fu, terrible arma en que se puede convertir el arte de las manos vacías, una tradición que nace con el Tao.
Son muchos y muy hermosos los mitos que han cercado la historia de la vida del insigne Lao-Tze, siendo uno de los más peregrinos el que cuenta que el sabio chino nació del costado de una doncella de 161 años llamada Naiu-Yu, la cual, tras haber estado embarazada 81 años, le había dado a luz sin perder su doncellez. Cuenta la leyenda que ella estaba a la sombra de un ciruelo en flor, mirando al sol, cuando el espíritu del astro se empequeñeció hasta el punto de introducirse por la boca de la doncella, dando lugar al parto; el niño nació con el cabello cano y el rostro lleno de arrugas, lo que habría de determinar su nombre: Lao-Tze o “viejo filósofo”.
Leyendas como la anterior han dado pábulo para que la erudición actual piense que la persona de Lao-Tze es mítica y legendaria, del mismo modo como se ha puesto en duda la historicidad, entre otros, de William Shakespeare. Pero la historia de la humanidad es la historia de grandes hombres, que han sido capaces de comprometer a otros en la vorágine de su pensamiento y su sentir, al punto que los hombres exaltan y aceptan sus ideas, transformándolas en corrientes que perduran en el tiempo, más allá de las vidas secretas de los creadores. Y luego vienen los mitos y los sueños que van restando fuerzas a la credibilidad y la lógica, sin que por ello dejen de ser ciertas las horas y los días que estos pensadores habitaron entre nosotros.
De la existencia de Lao-Tze sabemos por varios textos de respetable fuente histórica, anteriores a nuestra era, como el Registro de Historia, de Sse Ma-Chien; Registro de los Espíritus y de los Inmortales, de Koo Hung, y los Anales del Reino de Chou, de Chu-Hsi.

“¿Quién es aquel que puede hacer limpia el agua turbia?. Dejadla aquietarse y veréis como al aquietarse, por sí misma, se torna poco a poco transparente”
Versos como este dan la tónica del TAO-TE-CHING que nos legara Lao-Tze; en esta obra que refleja su pensamiento coherente y lógico, que no intenta demostrar algo por la vía de la racionalidad fría e impersonal, sino que recurre a las más sofisticadas licencias literarias, donde se superponen metáforas y símbolos de riqueza inédita, y suscita de esa manera en el lector una reacción independiente del autor, llevando a éste a una interpretación y conclusión individual y privada, que es lo que da forma al pensamiento taoísta.
Desde tiempos inmemoriales, los chinos conocieron el sentido compensatorio de los principios positivo y negativo, yin y yang, de lo masculino y lo femenino, del cielo y la tierra, del espíritu y la materia que son los hilos con los cuales se produce el tejido del universo. El taoísmo va a esta forma de pensamiento elaborado, en búsqueda de la razón de ser de la naturaleza, y allí descubre el sentido y el porqué de la vida nuestra de cada día.
No podemos eludir la responsabilidad de rozar al menos el desafío que representa para nosotros asimilar los conceptos de yin-yang o Tao. No es posible, digámoslo de una vez, explicar la idea de lo que es Tao, simplemente porque nadie lo sabe. Tao es para cada cual según como lo entienda.

"En una Vasija es el espacio interior lo que la hace útil"
Lao-Tze hace un descubrimiento genial, ya que si bien es real que el pensamiento y concepto de Tao es anterior a él (su origen se pierde en el pasado de China), fue Lao-Tze quien entregó su vida para desarrollarlo como nunca antes se había hecho. Hasta que nace Lao-Tze, la idea de Tao se conservaba en la memoria histórica de los chinos, pero de manera soterrada, lejana, solo él lo aprehende.
Tao es el Todo y la Nada; este es un concepto elevado y abstracto que nace junto al hombre pensante chino, en los albores de la historia de ese país, y paralelo a su culto primitivo por la naturaleza. Justamente, observando la naturaleza y sus consecuencias es que perciben algo como el alma de las cosas, a la que nombran Tao. Ellos entienden que detrás de todo lo que existe se dan los principios complementarios de yin y yang. Es la eterna separación y complemento entre un yang positivo, masculino, en la esencia del cielo, del padre, del oro del sol y la cabeza; contra un yin negativo, femenino, en quien se encuentra el principio de la madre, de la tierra, la plata, la luna. Si el yang es soberano sobre las aguas y el aire, el yin se posesiona de las montañas. Toda la naturaleza llega a formarse de la combinación e interacción de estas dos fuerzas antagónicas, que no por ello dejan de estar matizadas respectivamente por el reflejo o algún elemento imperceptible de la otra.
La grandeza suprema de Tao reside en que es gestor de todos los seres vivos (que nacen por esta interacción de yin y yang), y al mismo tiempo sustentador de sí mismo y de la creación. En Tao se da la confluencia de los polos: el yin, elemento oscuro, frío, inactivo y hembra de la dupla universal, toma relación armónica con el yang, componente luminoso, cálido, activo y masculino, que al confluir dan sentido a las cosas existentes.
En China, la manifestación externa de estas consideraciones respecto a las cosas y al cosmos, se veía especialmente en el ancestral culto a los animales y a la naturaleza, costumbre que no difiere sustancialmente de las desarrolladas por otros pueblos primitivos, aún posible de encontrar en nuestra época. Sin embargo, lo interesante de esta similitud con el sentido mistificador de la naturaleza (que, dijimos, se da en casi todas las culturas y pueblos) es que el pensamiento chino evolucionó, sacando de esta idea operacional acerca de lo inexplicable que nos rodea, nuevas expresiones capaces de crear un sentimiento de confianza en la viva naturaleza; como es producir nuevas expectativas a la experiencia humana, motivar el gusto por las actitudes equilibradas, el rechazo por las cuestiones extremistas, y una consecuente aceptación tranquila de “el dios o los dioses que sean”. Todo esto persiste hoy en China, y forma parte también de su aporte al Gran Mestizaje que vivimos, caracterizando su pensamiento y explicando las conductas y las formas de este pueblo antiguo. Que si bien ahora el taoísmo en China yace arrinconado y envuelto en supersticiones y prácticas posteriores que nada tienen que ver con el Tao de Lao-Tze, nadie duda que en el fondo el Tao permanece intocado, quizás desconocido o despreciado por el pueblo chino actual, pero vivo en su meticuloso inconsciente colectivo, a la manera de las ideas que nunca pueden morir porque son de siempre. En realidad, el más grande sabio de China no fue nunca verdaderamente popular en su propio país. Ignorado y desconocido por unos 2500 años, solo en el siglo XX sucede el magnífico hecho de su repentino descubrimiento, cuando es traducido a casi todas las lenguas europeas. El insigne Hermann Hesse, cuando lee la primera traducción al alemán en 1911, escribe:
"No se trata aquí de una curiosidad, de una rareza literaria-etnológica, sino de uno de los libros más serios y profundos de la antigüedad. Lao-Tze siempre estuvo a la sombra de Confucio, contemporáneo suyo y algo más joven, y con razón, ya que, de todos los pensadores de China, él es quien ha ejercido mayor influencia sobre la vida y la historia de su país. Hasta ahora era poco conocido que en China ha habido grandes pensadores cuya sabiduría no es menos valiosa para nosotros que la de los griegos, Buda y Jesús. Lao-Tze y su doctrina de Tao, la gracia, el origen de toda vida, podría resultarnos indiferentes como sistema filosófico, si no contuviera una ética tan grande, hermosa y de tan enorme fuerza personal. El traductor al alemán (Richard Wilhelm) lo compara directamente con Jesús, y en verdad, no existe entre los pensadores más conocidos de extremo Oriente ninguno cuyos ideales éticos estén más cerca de nosotros, los arios occidentales, que los de Lao-Tze, quien, a causa de su vivacidad, no parece chino".
En 1926, vuelve a escribir Hermann Hesse:
"Lao-Tze no ha de sustituir para nosotros el Nuevo Testamento, pero ha de enseñarnos que algo similar surgió bajo otro cielo y en tiempos aún más remotos, y esto debe fortalecer nuestra fe en que la humanidad, aunque esté dividida en razas y culturas dispares e incluso hostiles, constituye una unidad y tiene posibilidades, ideales y objetivos comunes. Hay libros de santidad y sabiduría, en cuya compañía y atmósfera se puede vivir durante años; libros que es imposible leer como se leen otros libros. Hay partes de la Biblia que pertenecen a esta categoría, y el Tao-Te-Ching. Es suficiente una sola frase de estos libros para sentirse colmado, para ocuparse y para reflexionar durante mucho tiempo. Estos libros se tienen al alcance de la mano o se llevan en el bolsillo, cuando se va a pasear por el bosque, y nunca se leen durante media hora seguida, sino que cada vez se toma una sentencia, una línea, para meditar sobre ella, para saber un poco más. El camino de Lao-Tze es la senda hacia la justicia y después la ausencia de anhelos de la culpa y la moral y finalmente el Tao. Lao-Tze ha sido para mí la experiencia más consoladora en este sendero que cada uno cruza solo. Que cualquiera que sea el rumbo del mundo, no encontrarás médico ni ayuda, no hallarás futuro ni impulso nuevo más que en ti mismo, en tu pobre alma maltratada e indestructible", termina Hesse.

"Hacer Las Cosas Como Si No Se Las Hiciera"
El pensamiento último recogido por el guardia fronterizo que aprendió el Tao por Lao-Tze, fue el Wei-Wu-Wei: hacer al no hacer. Que puede ser entendido como la práctica de la inacción, el dejar a la naturaleza que siga sus propias leyes; lo que no significa “no hacer” sino que significa “hacer las cosas como si no se las hiciera”, la práctica natural del oficio, porque los taoístas son antes que nada practicantes férreos de su oficio, sea este cuál sea, son grandes trabajadores.
Famoso es el pasaje que narra el encuentro entre Lao-Tze y Confucio (año 517 antes de nosotros, cuando trabajando Lao-Tze de bibliotecario, lo busca Confucio). La narración dice que a causa de su juventud, Confucio llegó pedantescamente delante del anciano filósofo, con el propósito de predicarle toda su doctrina del “amar a todos los seres con un amor auténtico y sin interés alguno”.
“No comprendo vuestro punto de vista -le dijo Lao-Tze-. Ese amor universal de que hablas, ¿no es acaso una perversión de los sentimientos naturales?, ¿no es una intromisión, acaso?, ¿no es interesarse diciéndose desinteresado?...mira el cielo, el sol, la luna, las plantas y los animales en la naturaleza. Ellos no tienen necesidad de vuestro interés en amarlos y ordenarlos. Señor, trabaja por considerar y mantener al mundo en su forma original. El cisne no necesita para ser blanco bañarse cada mañana, ni el cuervo necesita teñir sus plumas de negro, porque el negro es su color natural. La sencillez original de lo negro y lo blanco está más allá del alcance de todos los argumentos. Cuando un estanque se seca y los peces quedan sobre la tierra, humedecerlos con el aliento o mojarlos con un poco de saliva de nada servirá, se asfixiarán de todos modos; lo que los peces necesitan es la profundidad del río, su libertad y sus sombras”.

La tradición cuenta que una vez que Confucio regresó de este encuentro con Lao-Tze, declaró a sus discípulos:
“Los pájaros vuelan, los peces nadan, los cuadrúpedos corren. Al que nada se le agarra con red; al que corre, con una cuerda; al que vuela, con un arco. En cuanto al dragón que se eleva hacia el cielo llevado por el viento y las nubes, yo no sé como se le puede coger. He visto a Lao-Tze. El se parece al dragón”.

La cosmogonía china propone que los Diez Mil Seres (el mundo entendido como número 10000 equivalente al infinito), nacen del juego rítmico de esos dos principios complementarios y eternos que llaman yin y yang. En el prólogo que hizo para la edición en nuestra lengua del oráculo I Ching, el maestro Borges dice que "corresponde al Yin la concentración, la oscuridad, la pasividad, los números pares y el frío; al Yang, el crecimiento, la luz, el ímpetu, los números impares y el calor. Símbolos del Yin son la mujer, la tierra, el anaranjado, los valles, los cauces de los ríos y el tigre; del Yang, el hombre, el cielo, el azul, las montañas, los pilares, el Dragón".
Existe en todo ser un ritmo, y este ritmo de las cosas -el camino del hombre o Tao- se realiza por la interacción de estos contrarios (yin y yang) en constante alternancia, inseparables: una unidad cíclica en la que cada parte, cualquiera sea la proporción en que intervenga, es a su vez una entidad en sí. Sépase que Lao-Tze hace 2500 años predicaba la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Que por este movimiento pendular, vibración, que da forma al mundo, llegan a un estado de perfecto equilibrio en el que ambas partes (yin y yang) contienen, armoniosamente, algo de su contraria.
Digamos que se puede comparar el cosmos con un fuelle cuyos extremos son el cielo (yang) y la tierra (yin); el espacio que media entre ambos es el escenario del acontecimiento; y la trama -lo que sucede- es el Tao, que también se ha traducido como sendero, camino, método, arte, verdad, razón, principio, final, comienzo...
A través de estos 81 poemas o sentencias, Lao-Tze rescató los principios de esta original filosofía, que se ha conservado a través de la visión preclara de algunos que le han conocido (aunque una tradición dice que el Tao solo llega a quien debe llegar). Entre los primeros escritores que se han guiado por Lao-Tze, destaca Chuang-Tze (siglo IV antes de nosotros). El maestro Borges rescató un pequeño texto al que llamó "El sueño de Chuang-Tze", en que dice así:
"Al dormir se sueña un hombre mariposa. Sus alas eran hermosas: retenían el cálido amarillo, el rojo del atardecer y el fugaz blanco. Como mariposa volaba de flor en flor y aspiraba todos sus aromas. Tan real era el sueño que al despertar el hombre no sabe si había soñado ser una mariposa o era una mariposa que ahora soñaba ser un hombre."
Como pincelada a la literatura posterior taoísta inspirada en Lao-Tze, citaremos ahora tres escritos de Chuang-Tze, el discípulo más ilustre del viejo filósofo. Así como dos textos de Thomas Merton y una definición del amor de G. Keith Chesterton.

Cuando un hombre odioso...
Cuando un hombre odioso se convierte en padre y le nace un hijo, en medio de la noche tiembla y enciende una lámpara y corre angustiado a ver en la cara del bebé a quien se parece (Chuang-Tze)

La necesidad de vencer.
Cuando un arquero dispara porque sí, está en posesión de toda su habilidad. Si está disparando por ganar ya está nervioso. Si el premio es de oro, se ciega. O ve dos blancos ¡Ha perdido la cabeza! Su habilidad no ha variado, pero el premio le divide, está preocupado. Piensa más en vencer que en disparar. Y la necesidad de ganar le priva de toda potencia. (Chuang-Tze)

Cuando el zapato está ajustado...
Ch'ui el diseñador era capaz de trazar círculos más perfectos a mano alzada que con un compás. Sus dedos hacían brotar formas espontáneas de la nada. Su mente estaba mientras tanto libre y sin preocupaciones. Acerca de lo que estaba haciendo, no le era necesario aplicarse, su mente era perfectamente simple y desconocía obstáculo alguno. Al igual que cuando el zapato está ajustado se olvida el pie, cuando el cinturón ajusta se olvida el estómago. Cuando el corazón está como Tao manda, a favor y en contra se olvidan.
Sin inclinaciones, sin compulsiones, sin necesidades, sin atracciones: entonces los asuntos de uno están bajo control y uno se convierte en un hombre libre. Tomárselo todo con calma es correcto. Empieza correctamente y estarás en calma. Continúa con calma y estarás en lo correcto. La manera correcta de tomárselo todo con calma es olvidarse del camino correcto y olvidarse de que seguirlo es fácil. (Chuang-Tze)

Huida de la sombra.
Había un hombre que se alteraba tanto al ver su propia sombra y se disgustaba tanto con sus propios pasos que tomó la determinación de librarse de ambos. El método que se le ocurrió fue huir de ellos. Así que se levantó y echó a correr. Pero cada vez que bajaba el pie había otro paso, mientras que su sombra se mantenía a su altura sin dificultad alguna. Atribuyó su fracaso al hecho que no estaba corriendo con la suficiente rapidez. De modo que empezó a correr más y más rápido, sin detenerse, hasta que finalmente cayó muerto. No se dio cuenta de que si se hubiera sentado y quedado quieto, no hubiera habido más pisadas. Y que simplemente se hubiera puesto a la sombra y su sombra se hubiera desvanecido. (Thomas Merton)

Aquellos...
Aquellos que conocen el amor sin practicarlo, ¿qué puede importarle al mundo que existan o no? (Thomas Merton)

Una definición del amor
Chesterton rescata un cuento taoísta anónimo, inmediatamente posterior a Lao-Tze:
"Cierta noche un hombre, al dormir, sueña que atraviesa el paraíso. Alguien le regala una flor como prueba que allí estuvo. Al despertar descubre con asombro que tiene la flor entre sus manos. Lo supo después: la flor era el amor que esperaba todavía".

Con relación al amor, solo agregaremos que nunca se encuentra la felicidad hasta que no se deja de buscarla. Lo cierto es que el Tao propone no buscar nada. El sendero de Lao-Tze es misterioso, porque es tan simple que puede recorrerse aun sin ser en absoluto un sendero. Lo que desde luego no es, es una salida. Se entra en este tipo de sendero cuando se abandonan todos los otros y, en cierto modo, se pierde uno. Lo que comienza ha de terminar; su significación mayor es que cuestiona al ser humano y lo ubica no como un ser definitivo, sino eternamente en movimiento de acuerdo al ritmo del universo que nombran Tao.
Aquí el escritor chino Lao-Tze nos insinúa 81 sentencias para transitar el sendero. Salir del sendero es cosa de cada uno.
Waldemar Verdugo Fuentes.

poemas 1-10

I

El Tao que puede ser nombrado
no es el verdadero Tao.
El nombre que se le da
no es su verdadero nombre.
Sin nombre es el principio del universo;
y con nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser comprendemos su esencia;
y desde el ser, solo vemos su apariencia.
Ambas cosas -ser y no-ser- tienen el mismo
origen, aunque distinto nombre.
Su identidad es el misterio.
Y en este misterio
se abre la puerta de toda maravilla.


II

Todo el mundo toma lo bello como bello,
y por eso conocen qué es lo feo.
Todo el mundo toma el bien como el bien,
y por eso conocen qué es el mal.
Porque, el ser y el no-ser se engendran mutuamente.
Lo fácil y lo difícil se complementan.
Lo largo y lo corto se forman el uno de otro.
Lo alto y lo bajo se aproximan.
El sonido y el tono armonizan entre sí.
El antes y el después se suceden recíprocamente.
Por eso, el sabio adopta la actitud de no-obrar
y practica una actitud sin palabras.
Todas las cosas aparecen sin su intervención.
Nada usurpa y nada rehúsa.
Ni espera recompensa de sus obras,
ni se atribuye la obra acabada,
y por eso, su obra permanece con él.


III

No ensalzar los talentos
para que el pueblo no compita.
No estimar lo que es difícil de adquirir
para que el pueblo no se haga ladrón.
No mostrar lo codiciable
para que su corazón no se ofusque.
El sabio gobierna de modo que
vacía el corazón,
llena el vientre,
debilita la ambición,
y fortalece los huesos.
Así evita que el pueblo se haga ambicioso
para que los más astutos
no busquen su triunfo.
Quien practica el no-obrar todo
lo gobierna.


IV

El Tao es vacío,
imposible de colmar,
y por eso, inagotable en su acción.
En su profundidad reside el origen
de todas las cosas.
Suaviza sus asperezas,
disuelve la confusión,
atempera su esplendor,
y se identifica con el polvo.
Por su profundidad parece ser eterno.
No sé quién lo concibió,
pero es más antiguo que los dioses.


V

El universo no tiene sentimientos;
todas las cosas son para él como perros de paja.
El sabio no tiene sentimientos;
el pueblo es para él como un perro de paja.
El universo es como un fuelle,
vacío, pero nunca agotado.
Cuanto más se mueve,
más produce.
Quien más habla
menos le comprende.
Es mejor incluirse en él.


VI

El espíritu del valle no muere.
Es la hembra misteriosa.
La puerta de lo desconocido femenino
es la raíz del universo.
Incansablemente, prosigue
su obra sin fatiga.


VII

El cielo es eterno y la tierra permanece.
El cielo y la tierra deben su eterna duración
a que no hacen de si mismos
la excusa de su existencia.
Por ello son eternos.
El sabio se mantiene rezagado
y así es antepuesto.
Excluye su persona
y su persona se conserva.
Porque es desinteresado
obtiene su propio bien.


VIII

La suprema bondad es como el agua.
El agua todo lo favorece y a nada combate.
Se mantiene en los lugares
que mas desprecia el hombre
así, se haya muy cerca del Tao.
Por esto, la suprema bondad es tal que,
su lugar es siempre adecuado.
Su corazón es profundo.
Su espiritualidad es generosa.
Su palabra es veraz.
Su gobierno es justo.
Su trabajo es perfecto.
Su actuar es oportuno.
Y no combatiendo con nadie,
nada se le reprocha.


IX

Mas vale renunciar antes que sostener
en la mano un vaso lleno sin derramarlo.
La espada que usamos y afilamos
continuamente
no conserva mucho tiempo su hoja.
Una sala llena de oro y jade
nadie la puede guardar.
Quien se enorgullece de sus riquezas
atrae su propia desgracia.
Retirarse de la obra acabada,
del renombre conseguido,
esa es la ley del cielo.


X

Unir cuerpo y alma en un conjunto
del que no puedan disociarse.
Dominar la respiración hasta hacerla
tan flexible como la de un acabado de nacer.
Purificar las visiones hasta
dejarlas limpias.
Cumplir al pueblo y gobernar el Estado
practicando el no-hacer.
Abrir y cerrar las puertas del cielo
siendo como la mujer.
Conocer y comprenderlo todo
usando la inteligencia.
Dar vida y criar,
engendrar sin apropiarse,
obrar sin pedir nada,
guiar sin dominar,
esta es la gran virtud.


FIN POEMAS 1-10
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poemas 11-20

XI

Treinta rayos convergen en el centro
de una rueda,
pero es su vacío
lo que hace útil al carro.
Se moldea la arcilla para hacer la vasija,
pero de su vacío
depende el uso de la vasija.
Se abren puertas y ventanas
en los muros de una casa,
y es el vacío
lo que permite habitarla.
En el ser centramos nuestro interés,
pero del no-ser depende la utilidad.


XII

Los cinco colores ciegan al hombre.
Los cinco sonidos ensordecen al hombre.
Los cinco sabores embotan al hombre.
La carrera y la caza ofuscan al hombre.
Los tesoros corrompen al hombre.
Por eso, el sabio atiende al vientre
y no al ojo.
Por eso, rechaza esto y prefiere aquello.


XIII

El favor y la desgracia inquietan por igual.
La fortuna es un gran dolor como nuestro cuerpo.
¿Qué quiere decir
favor y desgracia inquietan por igual?
El favor eleva y la desgracia abate.
Conseguir el favor inquieta.
Perderlo inquieta.
Este es el sentido de
«favor y desgracia inquietan por igual»
¿Qué quiere decir
la fortuna es un gran dolor como nuestro cuerpo?
La causa por la que padezco dolor
es mi propio cuerpo.
Si no lo tuviese,
¿qué dolor podría sentir?
Por esto, quien estime al mundo
igual a la fortuna de su propio cuerpo,
puede gobernar el mundo.
A quien ama al mundo como a su propio cuerpo,
se le puede confiar el mundo.


XIV

Se le llama invisible porque mirándole
no se le ve.
Se le llama inaudible porque escuchándole
no se le oye.
Se le llama impalpable porque tocándole
no se le siente.
Estos tres estados son misteriosos
y se confunden en uno solo.
En lo alto no es luminoso,
en lo bajo no es oscuro.
Es eterno y no puede ser nombrado,
retorna al no-ser de las cosas.
Es la forma sin forma
y la imagen sin imagen.
Es lo confuso e inasible.
De frente no ves su rostro,
por detrás no ves su espalda.
Quien es fiel al Tao antiguo
domina la existencia actual.
Quien conoce el primitivo origen
posee la esencia del Tao.


XV

Los sabios perfectos de la antigüedad
eran tan sutiles, agudos y profundos
que no podían ser conocidos.
Puesto que no podían ser conocidos,
solo se puede intentar describirlos:
Eran prudentes,
como quien cruza un arroyo en invierno;
cautos, como quien teme a sus vecinos por todos lados;
reservados, como un huésped;
inconstantes, como el hielo que se funde;
compactos, como un tronco de madera;
amplios, como un valle;
confusos, como el agua turbia.
¿Quién puede, en la quietud,
pasar lentamente de lo turbio a la claridad?
¿Quién puede, en el movimiento,
pasar lentamente de la calma a la acción?
Quien sigue este Tao no desea ser pleno.
No siendo pleno
puede quedar en lo viejo
sin renovarse.


XVI

Alcanza la total vacuidad
para conservar la paz.
De la aparición bulliciosa de todas las cosas,
contempla su retorno.
Todos los seres crecen agitadamente,
pero luego, cada una vuelve a su raíz.
Volver a su raíz es hallar el reposo.
Reposar es volver a su destino.
Volver a su destino es conocer la eternidad.
Conocer la eternidad es ser iluminado.
Quien no conoce la eternidad
camina ciegamente a su desgracia.
Quien conoce la eternidad
da cabida a todos.
Quien da cabida a todos es grandioso.
Quien es grandioso es celestial.
Quien es celestial es como Tao.
Quien es como Tao es perdurable.
Aunque su vida se extinga, no perece.


XVII

El gran gobernante es inadvertido por el pueblo.
A este sucede el que es amado y elogiado por el pueblo.
Después, el que es temido.
Y finalmente, el despreciado.
Si no hay una confianza total,
se obtiene la desconfianza.
El gran gobernante practica el no-hacer
y así, a la obra acabada sigue el éxito.
Cuando el pueblo cree vivir según su propia ley.


XVIII

Cuando se abandona al Tao
aparecen la bondad y la justicia.
Con la inteligencia y la astucia
surgen los grandes hipócritas.
Cuando no existe armonía entre los seis parientes,
se utiliza la piedad filial y el amor paternal.
Cuando hay revueltas en el reino,
se inventa la fidelidad del buen súbdito.


XIX

Rechaza la sabiduría y el conocimiento,
y aprovechará cien veces mas el pueblo.
Rechaza la benevolencia y desecha la justicia,
y el pueblo volverá a la piedad y el amor.
Rechaza la habilidad y su provecho,
y no habrá mas bandidos ni ladrones.
Pero estas tres normas no bastan.
Por esto, atiende a lo sencillo. y genuino,
reduce tu egoísmo, y restringe los deseos.


XX

Suprime el estudio y no habrá preocupaciones.
¿Qué diferencia hay entre el si y el no?
¿Qué diferencia hay entre el bien y el mal?
No es posible dejar de temer
lo que los hombres temen.
No es posible abarcar todo el saber.
Todo el mundo se enardece y disfruta,
como cuando se presencia un gran sacrificio,
o como cuando se sube a una torre en primavera.
Solo yo quedo impasible,
como el acabado de nacer que no sabe sonreír.
Como quien no sabe que sendero tomar,
como quien no tiene hogar.
Todo el mundo vive en la abundancia,
solo yo parezco desprovisto.
Mi espíritu está turbado
como el de un ignorante.
Todo el mundo está esclarecido,
solo yo estoy en tinieblas.
Todo el mundo resulta penetrante,
solo yo soy torpe.
Como quien deriva en alta mar.
Todo el mundo tiene algo que hacer,
solo yo soy un desconsiderado.
Solo yo soy diferente a todos los otros
porque aprecio a la Madre que me nutre.


FIN POEMAS 11-20
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poemas 21-30

XXI

La grandeza de toda virtud
reside en su fidelidad al Tao.
El Tao es algo confuso e intangible.
Es opaco e intangible, pero tiene formas.
Es opaco pero brillante porque abarca muchas cosas.
Es profundo y oscuro pero contiene una esencia.
Esta esencia es verdadera.
Desde los tiempos más remotos conserva invariable su nombre.
Es el origen de todos los seres.
¿Cómo conocer el origen de todos los seres?
Por esto mismo.


XXII

Lo humillado es engrandecido.
Lo inclinado es enderezado.
Lo vacío se hace lleno.
Lo envejecido es renovado.
Lo sencillo y puro es alcanzado,
pero lo complicado y extenso causa confusión.
Por esto, el sabio abraza la unidad
y es el modelo del mundo.
Destaca porque no se exhibe.
Brilla porque no se guarda.
Merece honores, porque no se ensalza.
Posee el mando, porque no se impone.
Nadie le combate porque él a nadie hace la guerra.
¿Son acaso vanas las palabras del antiguo proverbio:
«lo humillado será engrandecido»?
Por esto mismo, el sabio preservará su grandeza.


XXIII

Hablar poco es lo natural.
Un huracán no dura toda la mañana.
Un aguacero no dura todo el día.
¿Quién hace estas cosas?
El cielo y la tierra.
Si las cosas del cielo y la tierra
no pueden durar eternamente,
¿cómo las cosas del hombre?
Quien sigue el Tao
se une al Tao.
Quien sigue la virtud,
se une a la virtud.
Quien sigue el defecto,
se une al defecto.
Quien se identifica con una de estas cosas,
por ella es acogido.
Pero a esto no se da atención necesaria.


XXIV

Quien se sostiene de puntas no permanece mucho tiempo en pie.
Quien da largos pasos no puede ir muy lejos.
Quien se exhibe carece de luz.
Quien se alaba no brilla.
Quien se ensalza no merece honores.
Quien se glorifica no llega.
Para Tao, estos excesos,
son como desechos y restos podridos que a todos repugnan.
Por eso, quien posee el Tao
no se detiene en ellos.


XXV

Antes aún que el cielo y la tierra
ya existía el ser misterioso.
Es un ser vacío y silencioso, libre,
inmutable y solitario.
Se encuentra en todas partes
y es inagotable.
Puede que sea la Madre del universo.
No conozco su nombre,
pero lo llamo Tao.
Si me esfuerzo en nombrarlo
lo llamo grande.
Es grande porque se extiende.
Su expansión le lleva lejos.
La lejanía le hace retornar.
El Tao, pues, es grande y el cielo es grande.
La tierra es grande y también lo es el hombre.
En el universo hay cuatro cosas grandes,
y el hombre del reino es una de ellas.
El hombre sigue la ley de la tierra.
La tierra sigue la ley del cielo.
El cielo sigue la ley del Tao.
El Tao sigue su propia ley.


XXVI

Lo pesado es la raíz de lo ligero.
La calma somete a lo agitado.
El sabio cuando viaja
no se aleja de la caravana.
Aunque pueda disfrutar de las cosas mas excelsas,
conserva su paz y se hace superior.
¿Como el que posee diez mil carros
puede obrar con ligereza en el reino?
Quien se comporta ligeramente
pierde la raíz de su poder.
Quien se ofusca,
se pierde a si mismo.


XXVII

Un buen caminante no deja huellas.
Un buen orador no se equivoca ni ofende.
Un buen contable no necesita herramientas para
calcular. Y su resultado es siempre correcto.
Un buen cerrajero no usa barrotes ni cerrojos,
y nadie puede abrir lo que ha cerrado.
Quien ata bien no utiliza cuerdas ni nudos,
y nadie puede desatar lo que ha atado.
El sabio que siempre ayuda a los hombres,
no los rechaza.
El sabio que siempre conserva las cosas,
no las abandona.
De el se dice que permanece deslumbrado por la luz.
Por esto, el hombre bueno no se considera maestro
de los hombres;
y el hombre que no es bueno
estima como buenas las cosas de los hombres.
No amar el magisterio ni la materia de los hombres,
y aparentar ignorancia, siendo iluminado,
este es el secreto de toda maravilla.


XXVIII

Quien conoce su esencia masculina,
y se mantiene en el principio femenino,
es como el arroyo del mundo.
Mientras sea como el arroyo del mundo
la virtud eterna no lo abandonará,
y retornará a la infancia.
Quien conoce su propia blancura,
y se mantiene en la oscuridad,
es como ser el modelo del mundo.
Mientras sea como el modelo del mundo,
la virtud eterna no se alterará en él,
y retornará a lo absoluto.
Quien conoce su gloria,
y se mantiene en la desgracia,
es como el valle del mundo.
Mientras sea como el valle del mundo
la virtud eterna le colmará
y retornará a la sencillez.
Lo sencillo, cuando se divide,
modela todos los útiles.
El sabio, cuando gobierna
rige a todos los ministros
y así conserva la unidad.


XXIX

Quien pretende el gobierno del mundo
y transformarlo,
se encamina al fracaso.
El mundo es un vaso colmado espiritual
que no se puede manipular.
Quien lo manipula lo empeora,
quien lo tiene lo pierde.
Porque, en las cosas,
unas van adelante, otras luego.
Unas soplan suavemente, otras con fuerza.
Unas son vigorosas, otras débiles.
Unas permanecen, otras caen.
Por esto, el sabio rechaza todo exceso,
evita el prodigio
y rebaja toda exhuberancia.


XXX

Quien gobierna inspirado en Tao
no acosa al mundo con las armas
porque es un uso que tiende a retomar.
Donde acamparon las tropas
solo pueden nacer espinas y zarzas,
y tras los ejércitos, vienen los años de miseria.
Así, el hombre bueno se conforma con lo obtenido
sin usar la violencia.
Y todo lo toma sin enorgullecerse,
sin jactancia,
sin obstinación,
sin enriquecerse.
Porque, las cosas,
cuando han llegado a su madurez empiezan a envejecer.
Esto ocurre a todo lo opuesto a Tao.


FIN POEMAS 21-30
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poemas 31-40

XXXI

Las armas son instrumentos nefastos.
El hombre de Tao nunca se sirve de ellas.
El hombre de bien considera la izquierda como sitio de honor,
pero permanece a la derecha cuando porta armas.
Las armas son instrumentos nefastos,
no adecuados para el hombre de bien.
Solo las usa en caso de necesidad,
y lo hace comedidamente,
sin alegría en la victoria.
El que se alegra de vencer
es el que goza con la muerte de los hombres.
Y quien se complace en matar hombres
no puede prevalecer en el mundo.
Para los grandes acontecimientos
el sitio de honor es la izquierda,
y la derecha para los hechos luctuosos.
El segundo jefe se coloca a la izquierda,
y el primer jefe a la derecha,
que es el lugar reservado en los ritos fúnebres.
Quien haya matado
debe llorar con dolor y tristeza.
La victoria en la guerra
debe seguir el rito funerario.


XXXII

El Tao, en su eternidad, carece de nombre.
Aunque insignificante en su unidad,
el mundo no puede contenerle.
Si los príncipes y los reyes
pudieran permanecer en el Tao
todos los seres se les someterían.
El cielo y la tierra
se unen para hacer caer el rocío.
El pueblo, sin gobierno
por si mismo se ordena con equidad.
Cuando en el principio se dividió
dando formas a todas las cosas, tuvo nombres.
Con los nombres supo contenerse,
y así, no corre peligro.
El Tao es al universo
como los riachuelos y los valles son respecto a los ríos y al mar.


XXXIII

El que conoce a los otros es inteligente.
El que se conoce a si mismo es iluminado.
El que vence a los demás es fuerte.
El que se vence a si mismo es la fuerza.
El que se contenta es rico.
El que se esfuerza sin cesar es voluntarioso.
El que permanece en su puesto, vive largamente.
El que muere y no perece, es eterno.


XXXIV

El gran Tao es un río que fluye en todas direcciones.
Todos los seres le deben la existencia
y él a ninguno se la niega.
Cuando realiza su obra, no se la apropia.
Cuida y alimenta a todos los seres sin adueñarse de ellos.
Carece de ambiciones,
por eso puede ser llamado pequeño.
Todos los seres retornan a él sin que los reclame,
y por eso puede ser llamado grande.
De la misma forma,
el sabio nunca se considera grande,
y así, perpetúa su grandeza.


XXXV

El que guarda la Gran Forma
es el modelo del mundo.
El mundo no sufre mal alguno
y queda en paz, prosperidad y equilibrio.
La música y los manjares
detienen al caminante,
pero lo que exhala el Tao
no tiene sabor.
Se mira el Tao y no complace a la vista.
Se escucha el Tao y no complace al oído.
Se bebe del Tao y es inagotable.


XXXVI

Quien quiera contraer
algo, antes debe extenderlo.
Quien quiera debilitar algo,
antes debe fortalecerle.
Quien quiera destruir algo,
antes debe levantarlo.
Quien quiera obtener algo,
antes debe haberlo dado.
Así es el misterio profundo.
Lo tierno y lo débil
vencen lo duro y fuerte.
No debe salir el pez de las aguas profundas.
Ni se exhiben los objetos más valiosos del reino.


XXXVII

El Tao no actúa por su naturaleza,
pero nada hay que no sea hecho por él.
Si los príncipes y reyes le adhieren,
todos los seres evolucionan por sí mismos.
Si al evolucionar
apareciera el deseo de obrar,
yo lo mantendría en la simplicidad sin nombre.
En la simplicidad sin nombre no existe el deseo.
Sin deseos es posible la paz
y el mundo se ordena por sí mismo.


XXXVIII

La virtud superior no se precia de virtuosa,
esa es su virtud.
La virtud inferior aprecia su propia virtud,
por eso no tiene virtud.
La virtud superior no actúa
ni tiene objetivos que alcanzar.
La virtud inferior actúa
y tiene objetivos que alcanzar.
La bondad superior actúa
y no tiene objetivos.
La justicia superior actúa
y tiene objetivos.
El rito superior actúa
y, si no halla respuesta, la fuerza.
Así, perdido el Tao, queda la virtud.
Perdida la virtud, queda la bondad.
Perdida la bondad, queda la justicia.
Perdida la justicia, queda el rito.
El rito es solo apariencia de fidelidad
y origen de todo desorden.
El conocimiento es solo flor del Tao
y origen de la necedad
Así, el hombre grande
observa lo profundo y no lo superficial.
Se atiene al fruto y no a la flor,
rechaza esto y prefiere aquello.


XXXIX

Lo que antiguamente llegó a la unidad:
El cielo, en su unidad, obtiene la claridad.
La tierra, en su unidad, se hace quieta.
Los espíritus, en su unidad, se hacen inolvidables.
El valle, en su unidad, se vuelve lleno.
Todos los seres, en su unidad, se reproducen.
Los príncipes y los soberanos, en su unidad,
pueden gobernar el mundo.
Si el cielo no es claro, se descompone.
Si la tierra no es estable, se derrumba.
Si los espíritus no son poderosos, se olvidan.
Si el valle no es pleno, desaparece.
Si los seres no se procrean, se extinguen.
Si los príncipes y reyes no se imponen,
pierden el gobierno.
Así, la nobleza tiene su raíz en la vileza.
Lo alto tiene por fundamento lo bajo.
Por esto los soberanos se llaman a sí mismos
«el huérfano», «el indigno», «el pobre».
¿No es esto considerar al humilde como su raíz?
El honor máximo es de aquel que no lo pretende.
No se debe preferir ser como el jade,
sino como el más vulgar guijarro.


XL

El retorno es el movimiento del Tao.
La debilidad es la manifestación del Tao.
Todos los seres han nacido del Ser
y el Ser ha nacido del no-ser.


FIN POEMAS 31-40
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poemas 41-50

XLI

El espíritu superior que oye hablar del Tao,
lo practica con diligencia.
El espíritu mediocre que oye hablar del Tao,
tanto lo conserva como lo pierde.
El espíritu inferior que oye hablar del Tao,
ríe ruidosamente.
Y, por esta risa, se conoce la grandeza del Tao.
Lo dice el proverbio:
Iluminar con el Tao es como oscurecer.
Progresar con el Tao es como retroceder.
Engrandecer con el Tao es como vulgarizar.
La virtud superior es semejante a un valle en su
oquedad.
El supremo candor es semejante a la ignominia.
La vasta virtud es insuficiente.
La virtud ya fundada es indolente.
La virtud más pura es como un adulterio.
El Tao es como un gran cuadrado que no tiene ángulos,
como una gran vasija que se elabora lentamente,
como un gran sonido de escasa tonalidad,
como un gran cuerpo sin forma.
El Tao es oculto y sin nombre.
El Tao es generoso: realiza todos los seres.


XLII

El Tao engendra el Uno,
el Uno engendra el dos,
el dos engendra el tres.
El tres engendra todos los seres.
Todos los seres llevan la sombra a sus espaldas
y la luz en los brazos.
Y el aliento de la nada resuelve la armonía.
Aquello que el hombre aborrece,
la soledad, la pobreza, la indignidad,
es el título requerido por los soberanos.
Porque lo que se disminuye crece
y lo que se engrandece es disminuido.
Yo enseño lo que otros han enseñado:
«el hombre violento no tendrá una muerte natural».
Esta es la guía de mi enseñanza.


XLIII

Lo más blando del mundo
vence a lo más duro.
La nada penetra donde no hay resquicio.
Por esto conozco la utilidad de la no-acción.
Enseñanza sin palabras.
Eficacia en la no-acción.
Pocos en el mundo llegan a comprenderlo.


XLIV

¿Qué es más íntimo a nuestra naturaleza,
la fama o el propio cuerpo?
¿Qué es más apreciable, la salud o la riqueza?
¿Qué nos duele más,
ganar una cosa o perder la otra?
Quien mucho estima su nombre,
despilfarra su amor.
Quien mucho acapara, mucho pierde.
Quien se contenta con poco nunca es agraviado.
Quien se contiene no sufre peligros y vivirá largamente.


XLV

La mayor perfección es de apariencia imperfecta,
pero su acción es inagotable.
La mayor plenitud es de apariencia vacía,
pero su acción es inagotable.
La mayor rectitud es en apariencia retorcida.
La mayor habilidad es en apariencia torpe.
La mayor elocuencia es en apariencia incongruente.
El movimiento vence al frío.
La quietud vence al calor.
La quietud absoluta es la norma del mundo.


XLVI
Cuando el Tao reina en el mundo
los caballos de guerra acarrean estiércol.
Cuando no hay Tao en el mundo
los caballos de guerra abundan en los arrabales.
No hay mayor error que consentir los deseos.
No hay mayor desgracia que ser insaciable.
No hay mayor vicio que ser codicioso.
Quien sabe contentarse
siempre está saciado.


XLVII

Sin salir de la puerta
se conoce el mundo.
Sin mirar por la ventana
se ve el camino del cielo.
Cuanto más lejos se va,
menos se aprende.
Así, el sabio,
no da un paso y llega,
no mira y conoce,
no actúa y cumple.


XLVIII

Por el estudio se acumula día a día.
Por el Tao se disminuye día a día.
Disminuyendo cada vez más
se llega a la no-acción.
Por la no-acción
nada se deja sin hacer.
El mundo siempre se ha ganado sin acción.
La acción no es suficiente para ganar el mundo.


XLIX

El sabio no tiene un espíritu constante.
Hace suyo el espíritu del pueblo.
Ama a los buenos
y también a los que no son buenos,
y así consigue la bondad.
Confía en el sincero
y también en los que no son sinceros,
y así consigue la fidelidad.
El sabio vive en el respeto de todos.
A todos reúne en su espíritu.
El pueblo vuelve hacia él sus ojos y acerca sus oídos,
y el sabio los trata como a niños.


L

Vivir es llegar y morir es volver.
Tres hombres de cada diez caminan hacia la vida.
Tres hombres de cada diez caminan hacia la muerte.
Tres hombres de cada diez mueren en el ansia de vivir.
¿Cómo puede sobrevivir el décimo hombre?
He oído decir que quien sabe cuidarse
viaja sin temer al rinoceronte
ni al tigre,
y va desarmado al combate.
El rinoceronte no encuentra donde hincarle el cuerno,
ni el tigre donde clavarle su garra,
ni el arma donde hundir su filo.
¿Por qué?
Porque en él nada puede morir.


FIN POEMAS 41-50
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poemas 51-60

LI

El Tao engendra.
La virtud nutre.
La materia conforma.
La energía perfecciona.
Por esto, de todos los seres
no hay ninguno
que no venere al Tao
y estime la virtud.
Esta veneración al Tao
y la estima de la virtud
no es impuesta sino
una eterna inclinación espontánea.
Porque si el Tao engendra,
la virtud nutre,
hace crecer, perfecciona,
conserva, madura
y protege.
Engendrar y criar,
engendrar sin apropiarse,
obrar sin pedir nada,
guiar sin dominar,
esta es la gran virtud.


LII

Todo cuanto existe tuvo un origen
en la madre del mundo.
Quien conoce a la madre
conoce a los hijos.
Quien conoce a los hijos
preserva a la madre
y su vida no correrá peligro.
Tapa los orificios,
cierra las puertas,
y vivirás sin fatiga.
Abre los orificios,
aumenta los trabajos,
y estarás indefenso toda la vida.
Ver lo pequeño
es clarividencia.
Conservarse débil
es fortaleza.
Usar la luz
para volver a la claridad,
y proteger el cuerpo de todo daño,
es vestirse de eternidad.


LIII

Quisiera poseer la sabiduría
para poder marchar por el gran camino
sin temor a desviarme.
El gran camino es llano
pero la gente ama los senderos.
La corte tiene abundancia de todo
pero los campos están llenos de malas hierbas
y los graneros vacíos.
Vestir ropas lujosas,
ceñir afiladas espadas,
hartarse de bebida y de manjares,
retener grandes riquezas,
es como el robo;
no es Tao.


LIV

Lo que está bien plantado no será arrancado.
Lo que está bien abrazado no será soltado.
A los antepasados ofrecerán siempre sacrificios los
hijos y los nietos
Si la cultiva en sí mismo
su virtud será verdadera.
Si la cultiva en su familia
su virtud será abundante.
Si la cultiva en su pueblo
su virtud será grande.
Si la cultiva en el Estado
su virtud será poderosa.
Si la cultiva en el mundo
su virtud será universal
Por esto, conoce a otro por sí mismo;
conoce las familias por la virtud de su familia;
conoce los pueblos por la virtud de su pueblo;
conoce los estados por la virtud de su estado;
conoce el mundo por la virtud del mundo.
¿Cómo saber que así se conoce el mundo?
Por esto mismo.
No se le puede despreciar


LV

Quien alcanza la mayor virtud
es como un recién nacido.
Los reptiles venenosos no le pican.
Las fieras salvajes no le atacan.
Las aves rapaces no le arrebatan.
Tiene blandos los huesos
y débiles los tendones,
pero agarra firmemente.
Ignora la unión de los sexos,
pero posee la íntegra plenitud de su esperma.
Grita todo el día,
pero no enronquece;
es la perfecta armonía.
Conocer la armonía es eternidad.
Conocer la eternidad es ser iluminado.
Intensificar la vida es nefasto.
Controlar el aliento es fortaleza.
Los seres, cuando han llegado a su madurez,
empiezan a envejecer.
Esto ocurre a todo lo opuesto a Tao.
Y lo opuesto a Tao pronto acaba.


LVI

Quien le conoce no habla
y quien habla no le conoce.
Tapa los orificios,
cierra las puertas,
suaviza las asperezas,
disuelve la confusión
atenúa los resplandores,
se identifica con el polvo,
esta es la unidad misteriosa.
No se le puede atraer;
no se le puede rechazar;
no se le puede beneficiar;
no se le puede perjudicar;
no se le puede honrar.
Por esto, es lo más valioso del mundo.


LVII

Con rectitud se gobierna el Estado.
Con sagacidad se lucha en la guerra.
Con la no-acción se conquista el mundo.
¿Cómo lo sé?
Por esto:
Cuantas más limitaciones y prohibiciones haya,
mas pobre será el pueblo.
Cuantas mas armas,
mas desorden habrá en el reino.
Cuanta mas astucia,
mas hechos extraños ocurren.
Cuantas mas leyes y decretos,
mas ladrones aparecen.
Por esto el sabio dice:
Yo nada hago
y el pueblo por si mismo progresa.
Yo quedo en la quietud
y el pueblo por si mismo mejora.
Yo no negocio
y el pueblo por si mismo se enriquece.
Yo nada deseo
y el pueblo por si mismo vuelve a la sencillez.


LVIII

Cuando el gobierno es inactivo,
el pueblo es diligente.
Cuando el gobierno es activo,
el pueblo es indolente.
La desgracia reposa en la dicha,
y la dicha reposa en la desgracia.
¿Quién conoce el punto medio?
No hay una norma.
La rectitud degenera en extravagancia
y la bondad en monstruosidad.
Mucho tiempo hace que el hombre se engaña por esto.
Así, el sabio es recto pero no tajante,
anguloso pero no hiriente,
firme pero no insolente,
claro pero no deslumbra


LIX

En el gobierno de los hombres y al servicio del cielo,
lo mejor es la moderación.
La moderación todo lo somete.
Quien consigue pronto el sometimiento,
acumula mucha virtud.
Con la virtud acumulada,
vencerá en todo.
Venciendo en todo,
llegará a límites insospechados.
Puede incluso apoderarse del reino.
Poseyendo a la Madre del reino,
puede durar mucho tiempo.
Es el camino de la profunda raíz, de la sólida base,
del largo vivir y vista duradera.


LX

Se gobierna un gran Estado
con el cuidado que ponemos al asar pececillos.
Si se gobierna el mundo con Tao,
los dobles de los muertos no usarán su poder.
No porque los dobles no se hagan espíritus,
sino porque estos no dañarán a los hombres.
Los espíritus no dañan a los hombres,
y tampoco el sabio los daña.
Si no se perjudican mutuamente,
la virtud junta a ambos.



FIN POEMAS 51-60
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poemas 61-70

LXI

Un gran reino es un cauce profundo
hacia el que todo fluye.
Es la hembra del mundo.
La hembra, por su quietud,
vence al macho y permanece abajo.
Un gran reino se humilla ante el pequeño,
y así lo posee.
Un reino pequeño se humilla ante el grande,
y así se engrandece.
Uno vence humillándose
y el otro quedando abajo.
El gran reino desea reunir y criar.
El pequeño reino desea servir.
Para provecho de ambos y el logro de sus deseos,
el más grande debe mantenerse abajo.


LXII

El Tao es lo más profundo de todos los seres.
Es el tesoro del hombre bueno,
y el amparo del que no es bueno.
Las bellas palabras ganan honores,
los bellos actos elevan al hombre.
Así, al coronarse un emperador,
y nombrar a sus tres ministros,
mejor que llevar jade en las manos,
y presentar la cuadriga,
vale más cumplir con Tao.
Los antiguos estimaban a Tao porque
quien busca su posesión, aleja la culpa.
Alejar la culpa, es lo más valioso del mundo.


LXIII

Actuar y no actuar,
realizar y no realizar,
sabroso e insípido,
grande y pequeño,
mucho y poco,
en todo rige la virtud.
Acomete la dificultad por su lado más fácil.
Ejecuta lo grande comenzando por lo más pequeño.
Las cosas difíciles se hacen abordándolas en lo más fácil,
y las cosas más grandes en lo que es más pequeño.
El sabio no emprende grandes cosas,
y en ello está su propia grandeza.
El que promete a la ligera
merece poco crédito.
El que todo lo encuentra fácil
difícil le será todo.
Por esto, el sabio en todo considera la dificultad,
y en nada la encuentra.


LXIV

Lo que está en reposo es fácil de retener.
Lo que no ha sucedido es fácil de resolver.
Lo que es frágil es fácil de romper.
Lo que es menudo es fácil de dispersar.
Prevenir antes de que suceda,
y ordenar antes de la confusión.
El árbol que casi no puede rodearse con los brazos,
brotó de un germen minúsculo.
La torre de nueve pisos,
comenzó por un montón de tierra.
El viaje de diez mil,
empezó con un paso.
Quien actúa, fracasa.
Quien tiene, pierde.
Por esto, el sabio nada hace y no fracasa;
nada posee, y nada pierde.
El hombre suele malograr la obra cuando va a concluirla.
Cuidando del final como del principio,
ninguna obra se perdería.
Por esto, el sabio aspira a no desear nada
y a despreciar lo valioso.
Aprende a no aprender,
regresa por el camino que los demás ya han recorrido,
y así, sin atreverse a actuar,
favorece la evolución natural de todos los seres.


LXV

Los antiguos que seguían el Tao
no esclarecían con ello al pueblo;
lo conservaban, por el contrario, en su sencillez.
Si un pueblo es difícil de gobernar,
es culpa de los avispados.
Quien gobierna con la inteligencia
arruina el Estado.
Quien gobierna sin servirse de la astucia
enriquece el Estado.
Conocer estas dos cosas
es conocer la verdadera norma.
Conocer esta norma
es poseer la misteriosa virtud.
La misteriosa virtud es profunda y extensa;
es lo inverso a todas las cosas,
pero por ella todo se armoniza.


LXVI

Los ríos y los mares son los reyes
de los Cien Valles porque se mantienen abajo.
Por esto, pueden ser reyes de todos los valles.
Así, el sabio que quiere ser superior al hombre
se rebaja en sus palabras.
Para ser la cabeza del pueblo,
se queda atrás.
Así, el sabio permanece arriba
y el pueblo no siente su peso.
Conserva el primer puesto
y no molesta al pueblo.
Todo el mundo lo alza con entusiasmo
sin cansarse de él.
Como a nadie combate
nadie le ataca.


LXVII

En el mundo todos dicen que soy grande
y no lo parezco.
Porque soy grande
no lo parezco.
Si lo pareciera hubiera dejado de serlo,
y hace mucho tiempo que sería pequeño.
Poseo tres tesoros que guardo:
el primero es amor,
el segundo es moderación,
el tercero es humildad.
Por el amor puedo ser valeroso.
Por la moderación puedo ser generoso.
Por la humildad puedo ser el primero.
Pero sin amor no se puede ser valeroso,
sin moderación no se puede ser generoso,
sin humildad no se puede ser el primero.
De otro modo se camina a la muerte.
Quien ataca con amor, vence.
Quien se defiende con amor, es firme.
Quien por el cielo es salvado, le protege el amor.


LXVIII

El buen militar no es belicoso
El buen guerrero no es irascible.
El buen vencedor evita la guerra
El buen conductor de hombres,
se supedita a ellos.
Esta es la virtud de no-combatir
para poder conducir a los hombres.
Este es el modo más perfecto
de unirse a la norma del cielo.


LXIX

Dice un viejo proverbio militar:
«Es preferible ser huésped que anfitrión.
Es preferible retroceder un pie
que avanzar una pulgada».
A esto se llama
progresar sin avanzar,
rechazar sin usar los brazos,
replicar sin herir,
y vencer sin armas.
No hay peligro mayor
que desestimar al enemigo.
Así se arriesga el tesoro.
Por esto, el ejército más afligido por la guerra,
alcanza la victoria.


LXX

Mis palabras son fáciles de comprender
y fáciles de practicar.
Pero nadie en el mundo las comprende,
nadie las practica.
Mis palabras tienen su fundamento
y los actos tienen su dueño.
Pero nadie los conoce y nadie me conoce.
Raros son los que siguen
y éste es el máximo valor.
El sabio oculta bajo pobres vestidos
piedras preciosas en su pecho.


FIN POEMAS 61-70
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poemas 71-81(final)

LXXI

Conocer y no saberlo, esta es la perfección.
No conocer y estimarse sabio,
éste es el mal.
Conocer el propio mal
es liberarse de mal.
El sabio no tiene mal;
porque lo reconoce no lo padece.


LXXII

Si el pueblo no teme el peligro,
le amenaza el peor peligro.
No padezcas por tu casa estrecha,
no padezcas por tu vida pobre.
No permitas la pena y no la sufrirás.
El sabio se conoce
y no se exhibe.
Se ama a sí mismo
pero no se aprecia.
Deja esto y sigue aquello.


LXXIII

El valor del osado le conduce a la muerte.
El valor del prudente le conserva la vida.
Uno es el perjudicado
y el otro el beneficiado.
Del que resulta dañado,
¿quién sabe los motivos del cielo?
Esta es la duda del sabio.
El camino del cielo
es saber vencer sin combatir,
responder sin hablar,
atraer sin llamar,
y actuar sin agitarse.
Amplia es la red del cielo
y de anchas mallas,
pero nada se le escapa.


LXXIV

Sí el pueblo no teme la muerte,
¿cómo atemorizarlo con la muerte?
Pero si teme la muerte,
lo que siempre teme,
y el que viola la ley puede ser apresado y matado,
¿quién se atreverá a hacer este mal?
La muerte sólo es propia de un asesino.
Quien mata en su lugar
es como sustituir al carpintero en el uso de su herramienta,
raro es que no se hiera la mano.


LXXV

El pueblo tiene hambre
porque los monarcas exigen muchos impuestos,
por esto tiene hambre.
El pueblo se rebela
porque el monarca actúa demasiado.
Por esto se rebela.
El pueblo no teme la muerte
porque vive con dificultad.
Por esto no teme la muerte.
Quien vive con mucha dificultad
no puede estimar la vida.


LXXVI

El hombre al nacer es blando y flexible
y al morir queda rígido y duro.
Las plantas al nacer son tiernas y flexibles
y al morir quedan duras y secas.
Lo duro y lo rígido
son propiedades de la muerte.
Lo flexible y blando
son propiedades de la vida.
Por esto, la fortaleza de las armas
es la causa de su derrota,
y el árbol robusto es abatido.
Lo duro y fuerte es inferior
y lo blando y frágil es superior.


LXXVII

El camino del cielo
semeja a quien tensa el arco.
Humilla lo alto y alza lo bajo.
Rebaja lo que sobra y completa lo que falta.
El camino del cielo
es quitar al que le sobra
y dar al que le falta.
El camino del hombre,
sin embargo, es muy distinto:
quita al que le falta
y añade al que le sobra.
¿Quién ofrece al mundo todo lo que le sobra?
Sólo quien tiene el Tao.
El sabio hace y no retiene,
nada exige por su obra
y oculta su sabiduría.


LXXVIII

Nada hay en el mundo tan blando como el agua.
Pero nada hay que la supere contra lo duro.
Lo blando vence a lo duro,
lo débil vence a lo fuerte.
Nadie desconoce esta verdad
pero nadie la practica.
Por esto el sabio dice:
Aquel que asume todas las corrupciones de un reino,
merece ser su soberano.
Aquel que soporta todos los males de un reino,
puede ser soberano del imperio.
Las palabras de la Verdad parecen paradójicas.


LXXIX

Aunque la paz se haga entre grandes enemigos,
persiste entre ambos el rencor.
¿Es esto un bien?
El sabio prefiere la peor parte de un contrato,
y no se querella con los demás.
El virtuoso se atiene a lo acordado.
El que no tiene virtud persigue su ganancia.
El camino del cielo a nadie favorece,
pero siempre beneficia al hombre bueno.


LXXX

Un reino pequeño, de poca población,
no emplearía todas sus cosas.
Los habitantes temerían la muerte
y no se alejarían en largas expediciones.
Aunque tuvieran bancos y carros,
no los utilizarían.
Aunque tuvieran armas y corazas,
no las mostrarían.
El pueblo volvería a ocuparse
de anudar cuerdas.
Y encontraría sabrosa su comida,
buenas sus ropas,
tranquilas sus casas,
alegres sus costumbres.
En dos reinos vecinos,
tan cercanos que ambos
oyen sus perros y gallos,
las gentes morirían muy viejas
sin haberse visitado jamás.


LXXXI

Las palabras veraces no son agradables,
y las agradables no son veraces.
El hombre bueno no gusta de discutir,
y el que discute no es hombre bueno.
El sabio no es erudito
y el erudito no es sabio.
El sabio no atesora,
y ofreciendo a los demás,
se hace rico.
El camino del cielo beneficia y no perjudica.
La norma del sabio es obrar sin combatir.

FINAL (aunque los finales no existen)
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