Monday, September 26, 2005

LIBRO DEL CAMINO/ Palabras al Lector

"El hombre es una criatura soñadora, burlona, curiosa y díscola que ha de llenar su estómago y entretener sus manos y su cerebro." (Lin Yutang)
"...tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales." (Jorge Luis Borges


PALABRAS AL LECTOR:

Una época de efervescencia intelectual y espiritual de la historia está situada entre los años 600 y 400 antes de nuestra era, cuando en casi todo el mundo civilizado se da un florecimiento del genio filosófico y religioso, que acompaña de la mano al desarrollo del progreso humano. Los 81 poemas que forman el TAO-TE-CHING son fruto de esa época y fueron legados por el escritor chino Lao-Tze.
El escritor Friedrich Nietzsche clasificaba las almas humanas en apolíneas y dionisíacas. El pueblo chino es apolíneo; posee la más antigua cultura escrita, con letras que son expresión excelsa de su arte; que siempre tiende al equilibrio de las formas y costumbres; es contemplativo y dueño de un gran poder de ordenamiento.
Es cierto que hablar ahora de Oriente y Occidente es obsoleto: como regalo maravilloso del siglo XX a los tiempos que vendrán, el Gran Mestizaje es una realidad. Ahora en que la técnica acercó a todo el mundo conocido, cuando es una sola la semilla humana, como lo fue siempre, solo es que no lo sabíamos.
Desde un aspecto histórico, entonces, digamos que una de las particularidades que diferenciaron al antiguo hombre oriental con el antiguo hombre occidental, es su vida espiritual respecto a filosofía y religión: el conocimiento de la realidad no pasa en el oriental por el filtro del intelecto, sino que sintetiza su visión del mundo de modo intuitivo, místico, totalmente alejado de nuestro constante análisis de las cosas. Otra particularidad que aporta Oriente al Gran Mestizaje es su acción externa, un punto de vista en que su objetivo es la desaparición de la personalidad, incorporándose a una unidad universal que anula la individualidad separatista. De ahí que no sea extraño el quietismo típico oriental, y técnicas de reforzamiento que ahora estudiamos. Hay algo claro que a partir de la gloriosa década de 1960 se advirtió: en Occidente se trataba de justificar la vida modificando lo que tenemos afuera; en Oriente, además, lo que se tiene dentro de uno mismo. Aunque igual ninguno sepamos quién habla en nuestra conciencia.
En ese mismo tiempo en que fue escrito el TAO-TE-CHING, en nuestra América, provenientes de un lugar desconocido se instalan pueblos que conocían de arte, astronomía, política y economía. Los Olmecas llegan a la zona del Golfo de México: de ellos nos han quedado esas monumentales cabezas de niños, hombres y mujeres, ataviados con una especie de casco; trasladados al noroeste de la Ciudad de México se les indica constructores de la metrópoli religiosa de Teotihuacán, la ciudad de los dioses. Otra familia de pueblos, los Mayas, llegan a habitar la península de Yucatán, los actuales estados mexicanos de Tabasco y Chiapas, Hondura británica y parte de Guatemala, Honduras y El Salvador. Llegan a crear numerosos santuarios en forma de pirámides escalonadas y cubiertas de escritura tallada en la piedra, aún sin descifrar: son los constructores de Tikal, Palenque, Copán, Uxmal, Bonampak, Quiriguá, Chichén-Itzá... ciudades religiosas y militares fruto de un alto grado de desarrollo cultural. Poseían conocimientos avanzados de matemáticas y astronomía. Su calendario corresponde exactamente con el año solar. Por tradición oral y luego llevados a la escritura maya posterior, se conservan de ellos varios libros sagrados, como el Popol Vuh, Los Libros de Chilam Balam y El memorial de Sololá.
También en época registrada de ese tiempo se instalan en América del Sur la familia de pueblos Quechua, que dará formación al Imperio Inca, sumo sacerdote del culto al Sol, que abarcaría su influencia a los actuales territorios del sur de Colombia, regiones andina y costera de Ecuador y Perú, región andina de Bolivia, zona septentrional de Chile y noroeste de Argentina. Mencionan un solo Dios creador (Viracocha o Huiracocha); poseían una jerarquía militar y religiosa y admitían divinidades menores, héroes culturales y huacas (cuanto se tiene por sagrado: animal, planta, cuerpo celeste..). De sus conocimientos matemáticos y astronómicos hemos heredado sitios arqueológicos en toda el área, algunos reconocidos como Tiahuanaco, a orillas del lago Titicaca en Bolivia, o MachuPicchu en Cuzco, Perú. Así como otros sitios aún sin excavar o sin explorar a lo largo de los Andes argentinos y chilenos, como en la precordillera de Antofagasta, con restos semi enterrados en la arena de estructuras habitacionales en su mayoría de planta circular, otras ovales y algunas rectangulares, con construcciones en forma de tubo (desenterrados diez metros hasta ahora) y un reloj de sol semejante al de MachuPicchu, pura piedra trabajada sabiamente por manos artesanas que ahora estudiamos.
En el mundo de esa época floreciente, brota Buddha “el iluminado” en India oriental, y Zaratustra o Zoroastro predica la inmortalidad del alma en las calles de Persia, sosteniendo que en la batalla final será vencido definitivamente el principio del mal. Jeremías, Ezequiel, Isaías y los escritores de la escuela del Desierto dan forma al Antiguo Testamento que canta la venida de Jesús Hijo de María; mientras Solón y Clístenes dan forma y estructuran el estado libre y de igualdad que llega a ser Grecia; por las calles de Atenas caminan los sabios:
Tales de Mileto (“búscate siempre un trabajo; y cuando lo tengas, no pienses en nada más que en hacerlo bien”),
Solón de Atenas (“busca dentro de ti mismo, en tu cabeza; y allí lo encontrarás todo”),
Periandro de Corinto (“no es mala norma de vida esforzarse en que los pocos hombres que nos conocen aprueban nuestra conducta”),
Cleóbulo de Lindio (“aceptar la injusticia no es una virtud, sino más bien todo lo contrario”),
Chilón de Lacedemonia (“si eres fuerte y quieres que los demás te honren y te teman, no uses de tu fuerza”),
Brías de Priena (“el trabajo que sea empiézalo con lentitud; y continúalo sin apresurarte, pero sin interrupción”),
Pitaco de Mytilene (“que tu palabra no se adelante a tu pensamiento”).
En las plazas públicas de Atenas, Platón afirma que nada de cuanto sucede es malo para el hombre bueno.
Y Pitágoras predica a viva voz que el alma de los seres tiene un origen divino y volverá a su origen celeste. Pitágoras veía en el estudio de las matemáticas un método de purificación, pues 1 (uno) es el principio de todas las cosas: inventó la tabla de multiplicar, el sistema decimal, de las proporciones aritméticas, geométricas y armónicas, el teorema geométrico luego llamado P en honor al mismo Pitágoras, para quien “el principio es la mitad de todo”.
Por ese entonces, hacia el 551-479 antes de nosotros, nace un hombre en China, Kung Fu-Tzu, latinizado a Confucio; quien se hace peregrino y recorre los caminos afirmando que Dios ha puesto el trabajo como centinela de la virtud, que no son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino. Cuando Confucio llegó al mundo, en su país, hacía ya muchos años pensaba y declaraba todo un esquema de pensamiento espiritual un modesto y adusto misántropo llamado Lao-Tze, cuyo nacimiento es situado entre el 600 y el 607 antes de nuestra Era.
Sabemos que por el año 517 antes de nosotros, este hombre sabio se desempeñaba como bibliotecario o encargado de los archivos de la dinastía Chou oriental, en el período de la Primavera y el Otoño (700-475 a.n.e.). Se sabe, además, que un día desapareció de la capital de los Chou, caminando en dirección a Mongolia, y que nadie volvió a tener noticias de él. La tradición cuenta que mientras se encaminaba en búsqueda de su misterioso destino, al llegar a la frontera, se detuvo a observar por última vez lo que dejaba atrás para siempre; cuando el guardia que custodiaba la frontera se acercó a saludarlo, y Lao-Tze, que hacía años había dejado de hablar para no intervenir en las cosas del mundo, en una decisión inmediata decidió enseñarle a este guardia fronterizo todo lo que había aprendido, solamente observando el fluir natural de las cosas.
No se sabe el nombre de este guardia fronterizo y se le ha llamado de diversas maneras; siempre identificado nada más como un hombre que desea cumplir su oficio lo mejor posible, y dispuesto al conocimiento. Lao-Tze estuvo con él 82 días. Cada uno de los primeros 81 días le enseñó un principio, que el guardia se ocupó de rescatar anotando cada cita diaria: así nace el TAO-TE-CHING, el libro del sendero, que es una serie de 81 poemas, con base filosófica, ética y moral inspirada en el más antiguo pensamiento de China. A una solicitud del guardia fronterizo de que le enseñara a defenderse de los enemigos sin necesidad de armas, el día 82 le dejó el conocimiento del arte marcial. Luego, Lao-Tze desapareció para siempre.
Con su Arte marcial, Lao-Tze en gratitud por su hospedaje, enseñó al guardia fronterizo a defenderse con las manos vacías, conocimiento que se irradió por todo Oriente. Al comienzo en China fue utilizado como arma guerrera, pero fue olvidado y quedó como material de instrucción de los monjes taoístas. Prendió el conocimiento de las manos vacías rápidamente entre los lamas de Tibet. En Japón lo bautizaron como karate, y primero fue utilizado por los monjes para luchar contra los inconvenientes físicos provocados en ellos por la estática meditación budista. Los monjes buscaban un esfuerzo físico que contrarrestase los efectos de la intensa labor psíquica, pero muchos tuvieron también una razón de orden práctico: los monjes peregrinos necesitaban un medio (do) que les permitiera defenderse con las manos vacías de los bandidos de los caminos. Así nació el karate-do, es decir, el medio de las manos vacías, que es el nombre completo del arte marcial legado por Lao-Tze. El conocimiento nunca se perdió. Pero fue adoptando estilos. El más difundido en el mundo actual tuvo su cuna en la isla de Okinawa, que sirvió de puente para el paso del conocimiento chino de las manos vacías al Japón. Los isleños de Okinawa crearon una escuela de estilo duro, si bien siempre estructurado sobre principios que arrancan de las secretas profundidades del alma taoísta.
Se piensa hoy que la primera transformación del karate, pleno de ritmo poético y concentración mental (denominado de salud) cultivado por los primeros monjes, volvió a ser arte marcial por influencia de Alejandro Magno, quien autorizó a sus tropas en India para que, a manera de reposo, se divirtieran organizando torneos de combate libre a mano limpia. El karate practicado por los monjes, en secreto, fue estudiado entonces, transformado y practicado con gran éxito en encuentros del pueblo. Luego volvió a ser olvidado y quedó nuevamente reservado a las castas sacerdotales y sociedades guerreras ocultas. Solo en 1917, el maestro Funakoshi, de Okinawa, aceptó hacer una demostración en Tokio, enseguida volvió a su isla. En 1922 debió volver por insistencia oficial e hizo una nueva demostración en el curso de la cual conoció al fundador del Judo, el doctor Jigoro Kano, que lo creó en 1882 (el judo busca desequilibrar y derribar al atacante). También Okinawa fue de inmediato reconocido por el maestro Uyeshiba, gran cultor del aikido (que proyecta tomadas y torsiones muy veloces para derribar al contrincante). Pronto siguieron a Funakoshi los cultores de otras modalidades como Funagoshi y Mabuni. El más antiguo arte marcial se hizo un lugar de inmediato.
El Medio de manos vacías de Japón se hizo popular en el resto del mundo conserva en su enseñanza y aprendizaje todos los ceremoniales y cortesía chinas con que, de acuerdo a la tradición milenaria, lo traspasó Lao-Tze al guardia fronterizo. El objetivo es buscar a través de los movimientos la armonía del alma y el cuerpo para conseguir la maestría final. Por eso debe practicarse en el dojo, que es el sitio apropiado, y ceñirse estrictamente a las normas pedagógicas que aplique el sensei o maestro. El dojo es el lugar en que se busca el camino de la maestría personal, según significan los dos caracteres japoneses que componen el vocablo: do (camino, vía o medio), y jo (lugar), es decir, lugar donde está el camino. El dojo no es un gimnasio ni un templo, sino ambas cosas a la vez. Se le identifica como un lugar de ofrenda a lo que no es ying ni yang, siendo ambas cosas a la vez. También se le identifica con la línea del horizonte, donde se junta el cielo y la tierra. La práctica de cualquier arte marcial dentro del dojo comienza por el saludo a la kamitza, que es el lugar de honor donde están los retratos de los maestros. Hoy de la enseñanza misma hay muchas variantes unidas por la práctica del bloqueo y ataque utilizando el vacío. También derivan de la tradición original el Jiujitzu, que se caracteriza por sus tomadas en forma de torsión y llaves de sujeción; el Kendo o esgrima japonesa, y el kun-fu, terrible arma en que se puede convertir el arte de las manos vacías, una tradición que nace con el Tao.
Son muchos y muy hermosos los mitos que han cercado la historia de la vida del insigne Lao-Tze, siendo uno de los más peregrinos el que cuenta que el sabio chino nació del costado de una doncella de 161 años llamada Naiu-Yu, la cual, tras haber estado embarazada 81 años, le había dado a luz sin perder su doncellez. Cuenta la leyenda que ella estaba a la sombra de un ciruelo en flor, mirando al sol, cuando el espíritu del astro se empequeñeció hasta el punto de introducirse por la boca de la doncella, dando lugar al parto; el niño nació con el cabello cano y el rostro lleno de arrugas, lo que habría de determinar su nombre: Lao-Tze o “viejo filósofo”.
Leyendas como la anterior han dado pábulo para que la erudición actual piense que la persona de Lao-Tze es mítica y legendaria, del mismo modo como se ha puesto en duda la historicidad, entre otros, de William Shakespeare. Pero la historia de la humanidad es la historia de grandes hombres, que han sido capaces de comprometer a otros en la vorágine de su pensamiento y su sentir, al punto que los hombres exaltan y aceptan sus ideas, transformándolas en corrientes que perduran en el tiempo, más allá de las vidas secretas de los creadores. Y luego vienen los mitos y los sueños que van restando fuerzas a la credibilidad y la lógica, sin que por ello dejen de ser ciertas las horas y los días que estos pensadores habitaron entre nosotros.
De la existencia de Lao-Tze sabemos por varios textos de respetable fuente histórica, anteriores a nuestra era, como el Registro de Historia, de Sse Ma-Chien; Registro de los Espíritus y de los Inmortales, de Koo Hung, y los Anales del Reino de Chou, de Chu-Hsi.

“¿Quién es aquel que puede hacer limpia el agua turbia?. Dejadla aquietarse y veréis como al aquietarse, por sí misma, se torna poco a poco transparente”
Versos como este dan la tónica del TAO-TE-CHING que nos legara Lao-Tze; en esta obra que refleja su pensamiento coherente y lógico, que no intenta demostrar algo por la vía de la racionalidad fría e impersonal, sino que recurre a las más sofisticadas licencias literarias, donde se superponen metáforas y símbolos de riqueza inédita, y suscita de esa manera en el lector una reacción independiente del autor, llevando a éste a una interpretación y conclusión individual y privada, que es lo que da forma al pensamiento taoísta.
Desde tiempos inmemoriales, los chinos conocieron el sentido compensatorio de los principios positivo y negativo, yin y yang, de lo masculino y lo femenino, del cielo y la tierra, del espíritu y la materia que son los hilos con los cuales se produce el tejido del universo. El taoísmo va a esta forma de pensamiento elaborado, en búsqueda de la razón de ser de la naturaleza, y allí descubre el sentido y el porqué de la vida nuestra de cada día.
No podemos eludir la responsabilidad de rozar al menos el desafío que representa para nosotros asimilar los conceptos de yin-yang o Tao. No es posible, digámoslo de una vez, explicar la idea de lo que es Tao, simplemente porque nadie lo sabe. Tao es para cada cual según como lo entienda.

"En una Vasija es el espacio interior lo que la hace útil"
Lao-Tze hace un descubrimiento genial, ya que si bien es real que el pensamiento y concepto de Tao es anterior a él (su origen se pierde en el pasado de China), fue Lao-Tze quien entregó su vida para desarrollarlo como nunca antes se había hecho. Hasta que nace Lao-Tze, la idea de Tao se conservaba en la memoria histórica de los chinos, pero de manera soterrada, lejana, solo él lo aprehende.
Tao es el Todo y la Nada; este es un concepto elevado y abstracto que nace junto al hombre pensante chino, en los albores de la historia de ese país, y paralelo a su culto primitivo por la naturaleza. Justamente, observando la naturaleza y sus consecuencias es que perciben algo como el alma de las cosas, a la que nombran Tao. Ellos entienden que detrás de todo lo que existe se dan los principios complementarios de yin y yang. Es la eterna separación y complemento entre un yang positivo, masculino, en la esencia del cielo, del padre, del oro del sol y la cabeza; contra un yin negativo, femenino, en quien se encuentra el principio de la madre, de la tierra, la plata, la luna. Si el yang es soberano sobre las aguas y el aire, el yin se posesiona de las montañas. Toda la naturaleza llega a formarse de la combinación e interacción de estas dos fuerzas antagónicas, que no por ello dejan de estar matizadas respectivamente por el reflejo o algún elemento imperceptible de la otra.
La grandeza suprema de Tao reside en que es gestor de todos los seres vivos (que nacen por esta interacción de yin y yang), y al mismo tiempo sustentador de sí mismo y de la creación. En Tao se da la confluencia de los polos: el yin, elemento oscuro, frío, inactivo y hembra de la dupla universal, toma relación armónica con el yang, componente luminoso, cálido, activo y masculino, que al confluir dan sentido a las cosas existentes.
En China, la manifestación externa de estas consideraciones respecto a las cosas y al cosmos, se veía especialmente en el ancestral culto a los animales y a la naturaleza, costumbre que no difiere sustancialmente de las desarrolladas por otros pueblos primitivos, aún posible de encontrar en nuestra época. Sin embargo, lo interesante de esta similitud con el sentido mistificador de la naturaleza (que, dijimos, se da en casi todas las culturas y pueblos) es que el pensamiento chino evolucionó, sacando de esta idea operacional acerca de lo inexplicable que nos rodea, nuevas expresiones capaces de crear un sentimiento de confianza en la viva naturaleza; como es producir nuevas expectativas a la experiencia humana, motivar el gusto por las actitudes equilibradas, el rechazo por las cuestiones extremistas, y una consecuente aceptación tranquila de “el dios o los dioses que sean”. Todo esto persiste hoy en China, y forma parte también de su aporte al Gran Mestizaje que vivimos, caracterizando su pensamiento y explicando las conductas y las formas de este pueblo antiguo. Que si bien ahora el taoísmo en China yace arrinconado y envuelto en supersticiones y prácticas posteriores que nada tienen que ver con el Tao de Lao-Tze, nadie duda que en el fondo el Tao permanece intocado, quizás desconocido o despreciado por el pueblo chino actual, pero vivo en su meticuloso inconsciente colectivo, a la manera de las ideas que nunca pueden morir porque son de siempre. En realidad, el más grande sabio de China no fue nunca verdaderamente popular en su propio país. Ignorado y desconocido por unos 2500 años, solo en el siglo XX sucede el magnífico hecho de su repentino descubrimiento, cuando es traducido a casi todas las lenguas europeas. El insigne Hermann Hesse, cuando lee la primera traducción al alemán en 1911, escribe:
"No se trata aquí de una curiosidad, de una rareza literaria-etnológica, sino de uno de los libros más serios y profundos de la antigüedad. Lao-Tze siempre estuvo a la sombra de Confucio, contemporáneo suyo y algo más joven, y con razón, ya que, de todos los pensadores de China, él es quien ha ejercido mayor influencia sobre la vida y la historia de su país. Hasta ahora era poco conocido que en China ha habido grandes pensadores cuya sabiduría no es menos valiosa para nosotros que la de los griegos, Buda y Jesús. Lao-Tze y su doctrina de Tao, la gracia, el origen de toda vida, podría resultarnos indiferentes como sistema filosófico, si no contuviera una ética tan grande, hermosa y de tan enorme fuerza personal. El traductor al alemán (Richard Wilhelm) lo compara directamente con Jesús, y en verdad, no existe entre los pensadores más conocidos de extremo Oriente ninguno cuyos ideales éticos estén más cerca de nosotros, los arios occidentales, que los de Lao-Tze, quien, a causa de su vivacidad, no parece chino".
En 1926, vuelve a escribir Hermann Hesse:
"Lao-Tze no ha de sustituir para nosotros el Nuevo Testamento, pero ha de enseñarnos que algo similar surgió bajo otro cielo y en tiempos aún más remotos, y esto debe fortalecer nuestra fe en que la humanidad, aunque esté dividida en razas y culturas dispares e incluso hostiles, constituye una unidad y tiene posibilidades, ideales y objetivos comunes. Hay libros de santidad y sabiduría, en cuya compañía y atmósfera se puede vivir durante años; libros que es imposible leer como se leen otros libros. Hay partes de la Biblia que pertenecen a esta categoría, y el Tao-Te-Ching. Es suficiente una sola frase de estos libros para sentirse colmado, para ocuparse y para reflexionar durante mucho tiempo. Estos libros se tienen al alcance de la mano o se llevan en el bolsillo, cuando se va a pasear por el bosque, y nunca se leen durante media hora seguida, sino que cada vez se toma una sentencia, una línea, para meditar sobre ella, para saber un poco más. El camino de Lao-Tze es la senda hacia la justicia y después la ausencia de anhelos de la culpa y la moral y finalmente el Tao. Lao-Tze ha sido para mí la experiencia más consoladora en este sendero que cada uno cruza solo. Que cualquiera que sea el rumbo del mundo, no encontrarás médico ni ayuda, no hallarás futuro ni impulso nuevo más que en ti mismo, en tu pobre alma maltratada e indestructible", termina Hesse.

"Hacer Las Cosas Como Si No Se Las Hiciera"
El pensamiento último recogido por el guardia fronterizo que aprendió el Tao por Lao-Tze, fue el Wei-Wu-Wei: hacer al no hacer. Que puede ser entendido como la práctica de la inacción, el dejar a la naturaleza que siga sus propias leyes; lo que no significa “no hacer” sino que significa “hacer las cosas como si no se las hiciera”, la práctica natural del oficio, porque los taoístas son antes que nada practicantes férreos de su oficio, sea este cuál sea, son grandes trabajadores.
Famoso es el pasaje que narra el encuentro entre Lao-Tze y Confucio (año 517 antes de nosotros, cuando trabajando Lao-Tze de bibliotecario, lo busca Confucio). La narración dice que a causa de su juventud, Confucio llegó pedantescamente delante del anciano filósofo, con el propósito de predicarle toda su doctrina del “amar a todos los seres con un amor auténtico y sin interés alguno”.
“No comprendo vuestro punto de vista -le dijo Lao-Tze-. Ese amor universal de que hablas, ¿no es acaso una perversión de los sentimientos naturales?, ¿no es una intromisión, acaso?, ¿no es interesarse diciéndose desinteresado?...mira el cielo, el sol, la luna, las plantas y los animales en la naturaleza. Ellos no tienen necesidad de vuestro interés en amarlos y ordenarlos. Señor, trabaja por considerar y mantener al mundo en su forma original. El cisne no necesita para ser blanco bañarse cada mañana, ni el cuervo necesita teñir sus plumas de negro, porque el negro es su color natural. La sencillez original de lo negro y lo blanco está más allá del alcance de todos los argumentos. Cuando un estanque se seca y los peces quedan sobre la tierra, humedecerlos con el aliento o mojarlos con un poco de saliva de nada servirá, se asfixiarán de todos modos; lo que los peces necesitan es la profundidad del río, su libertad y sus sombras”.

La tradición cuenta que una vez que Confucio regresó de este encuentro con Lao-Tze, declaró a sus discípulos:
“Los pájaros vuelan, los peces nadan, los cuadrúpedos corren. Al que nada se le agarra con red; al que corre, con una cuerda; al que vuela, con un arco. En cuanto al dragón que se eleva hacia el cielo llevado por el viento y las nubes, yo no sé como se le puede coger. He visto a Lao-Tze. El se parece al dragón”.

La cosmogonía china propone que los Diez Mil Seres (el mundo entendido como número 10000 equivalente al infinito), nacen del juego rítmico de esos dos principios complementarios y eternos que llaman yin y yang. En el prólogo que hizo para la edición en nuestra lengua del oráculo I Ching, el maestro Borges dice que "corresponde al Yin la concentración, la oscuridad, la pasividad, los números pares y el frío; al Yang, el crecimiento, la luz, el ímpetu, los números impares y el calor. Símbolos del Yin son la mujer, la tierra, el anaranjado, los valles, los cauces de los ríos y el tigre; del Yang, el hombre, el cielo, el azul, las montañas, los pilares, el Dragón".
Existe en todo ser un ritmo, y este ritmo de las cosas -el camino del hombre o Tao- se realiza por la interacción de estos contrarios (yin y yang) en constante alternancia, inseparables: una unidad cíclica en la que cada parte, cualquiera sea la proporción en que intervenga, es a su vez una entidad en sí. Sépase que Lao-Tze hace 2500 años predicaba la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Que por este movimiento pendular, vibración, que da forma al mundo, llegan a un estado de perfecto equilibrio en el que ambas partes (yin y yang) contienen, armoniosamente, algo de su contraria.
Digamos que se puede comparar el cosmos con un fuelle cuyos extremos son el cielo (yang) y la tierra (yin); el espacio que media entre ambos es el escenario del acontecimiento; y la trama -lo que sucede- es el Tao, que también se ha traducido como sendero, camino, método, arte, verdad, razón, principio, final, comienzo...
A través de estos 81 poemas o sentencias, Lao-Tze rescató los principios de esta original filosofía, que se ha conservado a través de la visión preclara de algunos que le han conocido (aunque una tradición dice que el Tao solo llega a quien debe llegar). Entre los primeros escritores que se han guiado por Lao-Tze, destaca Chuang-Tze (siglo IV antes de nosotros). El maestro Borges rescató un pequeño texto al que llamó "El sueño de Chuang-Tze", en que dice así:
"Al dormir se sueña un hombre mariposa. Sus alas eran hermosas: retenían el cálido amarillo, el rojo del atardecer y el fugaz blanco. Como mariposa volaba de flor en flor y aspiraba todos sus aromas. Tan real era el sueño que al despertar el hombre no sabe si había soñado ser una mariposa o era una mariposa que ahora soñaba ser un hombre."
Como pincelada a la literatura posterior taoísta inspirada en Lao-Tze, citaremos ahora tres escritos de Chuang-Tze, el discípulo más ilustre del viejo filósofo. Así como dos textos de Thomas Merton y una definición del amor de G. Keith Chesterton.

Cuando un hombre odioso...
Cuando un hombre odioso se convierte en padre y le nace un hijo, en medio de la noche tiembla y enciende una lámpara y corre angustiado a ver en la cara del bebé a quien se parece (Chuang-Tze)

La necesidad de vencer.
Cuando un arquero dispara porque sí, está en posesión de toda su habilidad. Si está disparando por ganar ya está nervioso. Si el premio es de oro, se ciega. O ve dos blancos ¡Ha perdido la cabeza! Su habilidad no ha variado, pero el premio le divide, está preocupado. Piensa más en vencer que en disparar. Y la necesidad de ganar le priva de toda potencia. (Chuang-Tze)

Cuando el zapato está ajustado...
Ch'ui el diseñador era capaz de trazar círculos más perfectos a mano alzada que con un compás. Sus dedos hacían brotar formas espontáneas de la nada. Su mente estaba mientras tanto libre y sin preocupaciones. Acerca de lo que estaba haciendo, no le era necesario aplicarse, su mente era perfectamente simple y desconocía obstáculo alguno. Al igual que cuando el zapato está ajustado se olvida el pie, cuando el cinturón ajusta se olvida el estómago. Cuando el corazón está como Tao manda, a favor y en contra se olvidan.
Sin inclinaciones, sin compulsiones, sin necesidades, sin atracciones: entonces los asuntos de uno están bajo control y uno se convierte en un hombre libre. Tomárselo todo con calma es correcto. Empieza correctamente y estarás en calma. Continúa con calma y estarás en lo correcto. La manera correcta de tomárselo todo con calma es olvidarse del camino correcto y olvidarse de que seguirlo es fácil. (Chuang-Tze)

Huida de la sombra.
Había un hombre que se alteraba tanto al ver su propia sombra y se disgustaba tanto con sus propios pasos que tomó la determinación de librarse de ambos. El método que se le ocurrió fue huir de ellos. Así que se levantó y echó a correr. Pero cada vez que bajaba el pie había otro paso, mientras que su sombra se mantenía a su altura sin dificultad alguna. Atribuyó su fracaso al hecho que no estaba corriendo con la suficiente rapidez. De modo que empezó a correr más y más rápido, sin detenerse, hasta que finalmente cayó muerto. No se dio cuenta de que si se hubiera sentado y quedado quieto, no hubiera habido más pisadas. Y que simplemente se hubiera puesto a la sombra y su sombra se hubiera desvanecido. (Thomas Merton)

Aquellos...
Aquellos que conocen el amor sin practicarlo, ¿qué puede importarle al mundo que existan o no? (Thomas Merton)

Una definición del amor
Chesterton rescata un cuento taoísta anónimo, inmediatamente posterior a Lao-Tze:
"Cierta noche un hombre, al dormir, sueña que atraviesa el paraíso. Alguien le regala una flor como prueba que allí estuvo. Al despertar descubre con asombro que tiene la flor entre sus manos. Lo supo después: la flor era el amor que esperaba todavía".

Con relación al amor, solo agregaremos que nunca se encuentra la felicidad hasta que no se deja de buscarla. Lo cierto es que el Tao propone no buscar nada. El sendero de Lao-Tze es misterioso, porque es tan simple que puede recorrerse aun sin ser en absoluto un sendero. Lo que desde luego no es, es una salida. Se entra en este tipo de sendero cuando se abandonan todos los otros y, en cierto modo, se pierde uno. Lo que comienza ha de terminar; su significación mayor es que cuestiona al ser humano y lo ubica no como un ser definitivo, sino eternamente en movimiento de acuerdo al ritmo del universo que nombran Tao.
Aquí el escritor chino Lao-Tze nos insinúa 81 sentencias para transitar el sendero. Salir del sendero es cosa de cada uno.
Waldemar Verdugo Fuentes.