Monday, September 26, 2005

poemas 31-40

XXXI

Las armas son instrumentos nefastos.
El hombre de Tao nunca se sirve de ellas.
El hombre de bien considera la izquierda como sitio de honor,
pero permanece a la derecha cuando porta armas.
Las armas son instrumentos nefastos,
no adecuados para el hombre de bien.
Solo las usa en caso de necesidad,
y lo hace comedidamente,
sin alegría en la victoria.
El que se alegra de vencer
es el que goza con la muerte de los hombres.
Y quien se complace en matar hombres
no puede prevalecer en el mundo.
Para los grandes acontecimientos
el sitio de honor es la izquierda,
y la derecha para los hechos luctuosos.
El segundo jefe se coloca a la izquierda,
y el primer jefe a la derecha,
que es el lugar reservado en los ritos fúnebres.
Quien haya matado
debe llorar con dolor y tristeza.
La victoria en la guerra
debe seguir el rito funerario.


XXXII

El Tao, en su eternidad, carece de nombre.
Aunque insignificante en su unidad,
el mundo no puede contenerle.
Si los príncipes y los reyes
pudieran permanecer en el Tao
todos los seres se les someterían.
El cielo y la tierra
se unen para hacer caer el rocío.
El pueblo, sin gobierno
por si mismo se ordena con equidad.
Cuando en el principio se dividió
dando formas a todas las cosas, tuvo nombres.
Con los nombres supo contenerse,
y así, no corre peligro.
El Tao es al universo
como los riachuelos y los valles son respecto a los ríos y al mar.


XXXIII

El que conoce a los otros es inteligente.
El que se conoce a si mismo es iluminado.
El que vence a los demás es fuerte.
El que se vence a si mismo es la fuerza.
El que se contenta es rico.
El que se esfuerza sin cesar es voluntarioso.
El que permanece en su puesto, vive largamente.
El que muere y no perece, es eterno.


XXXIV

El gran Tao es un río que fluye en todas direcciones.
Todos los seres le deben la existencia
y él a ninguno se la niega.
Cuando realiza su obra, no se la apropia.
Cuida y alimenta a todos los seres sin adueñarse de ellos.
Carece de ambiciones,
por eso puede ser llamado pequeño.
Todos los seres retornan a él sin que los reclame,
y por eso puede ser llamado grande.
De la misma forma,
el sabio nunca se considera grande,
y así, perpetúa su grandeza.


XXXV

El que guarda la Gran Forma
es el modelo del mundo.
El mundo no sufre mal alguno
y queda en paz, prosperidad y equilibrio.
La música y los manjares
detienen al caminante,
pero lo que exhala el Tao
no tiene sabor.
Se mira el Tao y no complace a la vista.
Se escucha el Tao y no complace al oído.
Se bebe del Tao y es inagotable.


XXXVI

Quien quiera contraer
algo, antes debe extenderlo.
Quien quiera debilitar algo,
antes debe fortalecerle.
Quien quiera destruir algo,
antes debe levantarlo.
Quien quiera obtener algo,
antes debe haberlo dado.
Así es el misterio profundo.
Lo tierno y lo débil
vencen lo duro y fuerte.
No debe salir el pez de las aguas profundas.
Ni se exhiben los objetos más valiosos del reino.


XXXVII

El Tao no actúa por su naturaleza,
pero nada hay que no sea hecho por él.
Si los príncipes y reyes le adhieren,
todos los seres evolucionan por sí mismos.
Si al evolucionar
apareciera el deseo de obrar,
yo lo mantendría en la simplicidad sin nombre.
En la simplicidad sin nombre no existe el deseo.
Sin deseos es posible la paz
y el mundo se ordena por sí mismo.


XXXVIII

La virtud superior no se precia de virtuosa,
esa es su virtud.
La virtud inferior aprecia su propia virtud,
por eso no tiene virtud.
La virtud superior no actúa
ni tiene objetivos que alcanzar.
La virtud inferior actúa
y tiene objetivos que alcanzar.
La bondad superior actúa
y no tiene objetivos.
La justicia superior actúa
y tiene objetivos.
El rito superior actúa
y, si no halla respuesta, la fuerza.
Así, perdido el Tao, queda la virtud.
Perdida la virtud, queda la bondad.
Perdida la bondad, queda la justicia.
Perdida la justicia, queda el rito.
El rito es solo apariencia de fidelidad
y origen de todo desorden.
El conocimiento es solo flor del Tao
y origen de la necedad
Así, el hombre grande
observa lo profundo y no lo superficial.
Se atiene al fruto y no a la flor,
rechaza esto y prefiere aquello.


XXXIX

Lo que antiguamente llegó a la unidad:
El cielo, en su unidad, obtiene la claridad.
La tierra, en su unidad, se hace quieta.
Los espíritus, en su unidad, se hacen inolvidables.
El valle, en su unidad, se vuelve lleno.
Todos los seres, en su unidad, se reproducen.
Los príncipes y los soberanos, en su unidad,
pueden gobernar el mundo.
Si el cielo no es claro, se descompone.
Si la tierra no es estable, se derrumba.
Si los espíritus no son poderosos, se olvidan.
Si el valle no es pleno, desaparece.
Si los seres no se procrean, se extinguen.
Si los príncipes y reyes no se imponen,
pierden el gobierno.
Así, la nobleza tiene su raíz en la vileza.
Lo alto tiene por fundamento lo bajo.
Por esto los soberanos se llaman a sí mismos
«el huérfano», «el indigno», «el pobre».
¿No es esto considerar al humilde como su raíz?
El honor máximo es de aquel que no lo pretende.
No se debe preferir ser como el jade,
sino como el más vulgar guijarro.


XL

El retorno es el movimiento del Tao.
La debilidad es la manifestación del Tao.
Todos los seres han nacido del Ser
y el Ser ha nacido del no-ser.


FIN POEMAS 31-40
LIBRO DEL SENDEROhttp://waldemarverdugo.blogspot.com